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Testimonios de las víctimas de Ríos Montt: “Cuando volví, la aldea estaba quemada”

Publicado: 2013-03-21

En el histórico juicio por genocidio iniciado el martes en Guatemala contra el exdictador Efraín Ríos Montt, de 86 años, los testigos propuestos por la Fiscalía han relatado las atrocidades documentadas en los informes de Esclarecimiento Histórico o el de Recuperación de la Memoria Histórica. Estos textos documetan desde casos de canibalismo, en los que los asaltantes se comieron los sesos de un niño, hasta cómo soldados abrían con las bayonetas los vientres de las embarazadas.

Seis ancianos declararon este miércoles en el segundo día del debate oral y público, marcado por la controversia y extraños cambios de última hora en la defensa. Los testigos proceden de municipios del área étnica maya Ixil, en el norte del departamento de Quiché, donde  durante el mandato de facto de Ríos Montt se registraron al menos 15 matanzas con 1.771 víctimas de población civil.

El diario El País recoge algunos de los testimonos de los supervivientes de las mascres:

“Era solo un niño”, dijo al inicio de su testimonio Diego Soto Santiago, uno de los supervivientes de un ataque del Ejército de Guatemala en el área Ixil (Quiché, norte), en 1982. “Cuando regresé, toda la aldea estaba quemada”. Con la voz quebrada añadió que quienes se le adelantaron en el retorno, “enterraban a sus muertos”.

“Yo era campesino y me dedicaba a cuidar la milpa [plantaciones de maíz] cuando llegaron los soldados”, declaró ayer Nicolás Brito. “Unos logramos huir. Los demás fueron capturados”. La acción de la que huyó Brito tuvo lugar el 25 de marzo de 1982, dos días después de que Ríos fuera aupado al poder por un golpe de Estado. Allí murieron 35 personas. Los hombres que salvaron la vida, continuó Brito, fueron obligados por el Ejército a integrase en las tenebrosas Patrullas de Autodefensa Civil (PAC), utilizadas como delatoras de vecinos sospechosos de ayudar a la guerrilla. Las PAC llegaron a operar con tal autonomía, que muchos de sus crímenes obedecían a rivalidades personales o para apropiarse de los bienes de sus víctimas. Sólo en unos pocos casos sus líderes han llegado a los tribunales.

Bernardo Gusal, señaló que incorporarse a las PAC era obligatorio, al igual que cultivar alimentos destinados a la tropa. Quien osara negarse, era encarcelado y golpeado salvajemente. “Llegaban todos los días y nos arrebataban los alimentos. Y nos recordaban que en la región, ellos ‘eran la ley”.

“Mi padre tenía 82 años en el momento de ser asesinado. Lo encontré tirado en una casa vecina. Su cuerpo estaba cubierto de sangre”, contó Diego Velázquez, quien a preguntas de la juez precisó que el asesinato ocurrió el 20 de julio de 1982. No pudo precisar si había sido víctima de las balas de los soldados, o había muerto a machetazos. “Solo recuerdo que estaba cubierto de sangre”, dijo a través de un intérprete.

Juan López Mateo, sobreviviente de una matanza en una aldea de Nebaj (departamento de Quiché, al norte del país), perdió a su familia el 2 de septiembre de 1982. Salvó la vida porque había salido muy temprano a trabajar la milpa (sembradío de maíz).

“Cuando volvía a la aldea escuché el llanto de un niño pequeño, lo que me alertó de que algo malo estaba ocurriendo”, narró. Conforme se acercaba al poblado, “escuché disparos. Eran como las diez de la mañana”, dijo. Logró llegar a su vivienda a eso de las tres de la tarde, cuando los soldados ya se habían marchado. “En mi casa encontré los cadáveres de mi mujer y de mis hijos, de cinco y dos años”, contó con la voz entrecortada. Preguntado por si había visto a más personas asesinadas, se limitó a responder que “eran muchas”, pero que después de 31 años no podía arriesgar una cifra. Sí recordó que uno de sus niños había sido asfixiado con un lazo y el otro tenía la cabeza destrozada a golpes. Los soldados también quemaron la casa y destruyeron todos sus bienes. “Fue el Ejército”, expresó sin sombra de duda.

Otro de los testimonios, Pedro Álvarez Brito, contó ante el tribunal que los militares asesinaron a toda su familia. “El Ejército rodeó la casa”. Su hermana, “recién parida con el bebé”, otro de sus hermanos pequeños y él mismo lograron refugiarse en un temascal (baño maya de vapor), desde donde vieron cómo la totalidad de los habitantes de la aldea fueron introducidos, a la fuerza, en una casa.

“Uno de los soldados”, añadió, “empezó a apropiarse de las gallinas y pollos de la familia” dueña de la casa. Recuerda que las aves eran 60, el mayor patrimonio doméstico. “Por mala suerte, una de las gallinas, que no se dejaba capturar, se metió en el temascal”, lo que hizo que él y sus hermanos fueran descubiertos y conducidos, también a la fuerza, a la vivienda. “Luego quemaron la casa”, contó Brito. El relato de otros supervivientes abundó en esa imagen: que los soldados rociaron de gasolina las viviendas y les prendieron fuego para quemar a la gente viva.

“No sé cómo lo hice, pero logré escapar entre las llamas y me refugié bajo un árbol. Así estuve, escondido como un animal acorralado, por ocho días, sin comer ni beber. Desnudo y sin abrigo”. Como los militares habían asesinado a sus padres y sus hermanos mayores, quedó solo. “Ahora solo pido justicia, para que mis hijos no sufran una experiencia semejante”, concluyó.

En las próximas sesiones se esperan los testimonios favorables a los militares, que contarán con el del general José Luis Quilo Ayuso, uno de los oficiales duros de la ultraconservadora Asociación de Veteranos Militares de Guatemala.

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Escrito por

Tamara Lasheras

Politóloga, amante de la música y el buen vino. Buscando formas distintas pero posibles de hacer las cosas.


Publicado en

Redacción mulera

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