Nadie ha logrado definir con exactitud la particular visión de la música y el arte en general de Yoko Ono. Lo más próximo ha sido señalar que organizaba conciertos en los que el público tenía que imaginar qué música oía mientras ella emitía gritos y, en ocasiones, se golpeaba la cabeza contra el escenario al ritmo de distintos sonidos.

Sin embargo, este  estilo y un repertorio por demás extraño, hizo que varios críticos de arte denominaran a la viuda de John Lennon como una de las más importantes exponentes del arte conceptual.

Hija de banqueros pertenecientes a la aristocracia japonesa, esta diminuta mujer que hoy ha llegado a las ocho décadas de vida, ha sabido instalar su nombre, contra la envidia más palpable de sus detractores, en el círculo cultural de Nueva York y en el eco de este en el mundo entero. Aunque el autor de esta nota, no lo entienda.