#ElPerúQueQueremos

María Elena Moyano: Mujer de lucha

Publicado: 2013-02-15

María Elena Moyano fue asesinada la tarde del 15 de febrero de 1992 en Villa El Salvador por miembros de Sendero Luminoso. Fue un duro golpe para quienes creemos en la democracia, para quienes apostamos por una sociedad mejor, para quienes se enfrentaban en ese entonces a Sendero Luminoso y al Movimiento Revolucionario Túpac Amaru haciendo trabajo de bases, haciendo política para y con los ciudadanos de a pie.

La mataron, pero nunca la olvidaremos. Su legado está vivo y la recordamos con un video de LaMula.pe elaborado por Rafael Ponce. Asimismo, compartimos una parte del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) sobre el asesinato de María Elena.

María Elena se encontraba en compañía de Esther Flores cuando recibió una invitación del Comité del Vaso de Leche del grupo residencial 23 en el Primer Sector de VES para una pollada bailable 28 que se realizaría el sábado 15 de febrero de 1992 con el fin de recaudar fondos para implementos de cocina. La persona que entregó las tarjetas insistió en que no podían faltar porque ellas eran sus dirigentes. Ambas, conscientes de sus obligaciones acordaron asistir después de las cinco de la tarde como una manera de apoyar y estimular a las demás mujeres.

El día anterior, el administrador del Concejo Distrital de Villa El Salvador contrató los servicios de Víctor Chocano del Carpio para que realizara servicio de transporte a María Elena desde las diez de la mañana hasta las siete de la noche del día siguiente.

El 15 de febrero María Elena pasó la mañana en la Playa Paraíso Azul con sus hijos, un sobrino y una amiga. Los acompañaba además su resguardo personal, el SO3 Roger Bocanegra Gómez. En la playa permanecieron hasta las cinco de la tarde y aproximadamente una hora después se dirigieron a la pollada.

Después de dejarlos en la puerta del local, el automóvil Volkswagen azul alquilado se estacionó pocos metros más allá. En el carro sólo quedó el chofer y el policía se ubicó en la esquina más próxima. A los pocos minutos, una joven vestida de polo blanco y falda floreada se acercó al policía sonriente y, de improviso, le disparó hiriéndolo en el pecho. El herido dio varias vueltas en el suelo, sacó su arma y comenzó a disparar pero sin dirección específica. Después, rodó hasta debajo de un auto estacionado. Entonces, un subversivo le arrojó una carga de dinamita que no llegó a estallar. El policía, aprovechando la escasa iluminación, logró alejarse.

María Elena estaba muy animada y departía con los organizadores. Cerca de ella estaban sus hijos y la compañera que los cuidaba. De pronto, mientras otros hombres armados disparaban, vio que una mujer y un hombre se le acercaban y se dio cuenta que venían por ella. Entonces, alcanzó a advertir a las mujeres que se tiren al suelo. Dijo: “Vienen por mí, a matarme”. Sus hijos se agacharon junto a la mujer que los cuidaba. Ella les indicó: “Tápense la cara porque su mami va a escaparse”.

La mujer disparó contra María Elena en el pecho y la cabeza. Cuando cayó al suelo, sus asesinos la arrastraron hasta la salida donde le colocaron aproximadamente cinco kilos de explosivos. La explosión destrozó su cuerpo y sus restos quedaron esparcidos en un radio de cincuenta metros aproximadamente. La confusión era total. Cuando los hijos de Malena levantaron la cara, dijeron: “Mami logró escapar” y salieron corriendo por la parte de atrás del local.

En la actividad habían aproximadamente treinta personas y como resultado del atentado también resultaron heridos los vecinos asistentes a la pollada, Amelia Vela Yersa, Pedro Jaime Penique, Beatriz Chileno Guitollanos, Rafael Martinez Gamboa y Ángel San Martín Llanos, quienes tuvieron que ser intervenidos de urgencia en el Hospital María Auxiliadora.

Entre la confusión reinante todos huyeron en diferentes direcciones y no todos se dieron cuenta de lo ocurrido con María Elena. Más tarde, cuando se procedió al recojo de sus restos se percataron de la dimensión de lo acontecido. Sólo una vez efectuada la reconstrucción de los restos en el mismo local comunal, el chofer Victor Chocano reconoció que correspondían a María Elena.

Cuando su compañera Esther Flores llegó al local encontró el espectáculo aterrador:

Yo llegué seis cuarenta y cinco muy alegre pensando que ella ya había llegado... Cuando bajo y me encamino para entrar había mucha gente que salía despavorida gritando y muchas compañeras se acercaron a mí y me dijeron: por favor no vayas, que acaban de matar a María Elena y que también te pueden matar a ti, por favor no vayas. Pero yo avancé unos pasos más adelante....Lo que vi, fue un cuerpo destrozado, los intestinos tirados, la cabeza en el techo, y la sangre que bañó toda la pared del local, que era blanca y roja en ese momento. (29)

Después del atentado, las compañeras de María Elena llegaron como pudieron al centro de acopio. Allí se sentaron a llorar. En esos momentos un flash informativo por la televisión daba cuenta de la muerte de Malena:

Muchas mujeres venían, muchas compañeras venían desesperadas, lloraban, llorábamos, unas se desmayaban, otras gritaban . Y muchas no sabíamos ¿Por qué tanto odio? ¿por qué tanta crueldad? ¿por qué tanta barbarie? ¿por qué destrozar? ¿por qué romperle las entrañas? ... la mataron, callaron su voz, pero sus palabras, su ejemplo, nunca pudieron matarlos. Porque nosotras las mujeres lo llevamos dentro de nuestro corazón, lo llevamos como una convicción y como un ideal, ese ideal por el que ella luchó, entregó su vida y murió con coraje. (30)

Sin embargo, quedó una sensación de que se la había dejado sola a merced de sus asesinos, que los dirigentes de izquierda la abandonaron, que el gobierno la utilizaron como paradigma de resistencia frente al terror, quien al final sólo contaba con un policía de resguardo, que resultaba sólo una formalidad frente al aparato de PCP-SL.

La balearán, la dinamitarán... ¡Y NO PODRÁN MATARLA!

Ese fue el titular del diario La República del domingo 16 de febrero de 1992 que dio la vuelta al mundo. María Elena Moyano Delgado, Malena o la Negra como le decían con cariño, había muerto pero vivía en el corazón de quienes fueron testigos de su lucha. Una multitudinaria marcha acompañó su blanco ataúd hasta el cementerio “Cristo Salvador”. Los pobladores de Villa El Salvador confundidos con dirigentes de organizaciones populares, portando banderas blancas acompañaron sus restos entre arengas: ¡No matarás ni con hambre ni con balas, no matarás!

Lee más aquí:


Escrito por

La mula

Este es el equipo de la redacción mulera.


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.