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Foto: Oriana Lerner

Tu envidia es mi progreso

Publicado: 2013-01-18

Por: Cecilia Podestá

Lima, otro aniversario y la manera de celebrar una ciudad siempre en caos será un reto para quien despierte como la historia cambiante de un lugar que tuvo murallas y fantasmas, cuentos sobre piratas que nunca llegaron, vivos callejones de principios de siglo y valses que bailamos pegaditos, embriagados o cansados después de un día de trabajo.

Pronto lo que hicimos dentro de Lima, como ciudadanos, despierta y camina con nosotros y somos sus propios paraísos urbanos, cada vez menos trágicos, pero tan reales como las luces de la noche anterior y su movimiento parecido a un temblor eterno sobre el que han pasado los años y las personas, construyendo casas, distritos, ciudades más pequeñas dentro de otra cada día más grande. Somos resultado de la violencia que nos hizo migrantes y titulares de periódicos que envolvieron el corazón destruido y cruzaron así, azoteas y edificios, hurtados por el viento o como simples bolsas que estuvieron más cerca de Dios que muchos.

Cuantas veces la pobreza no se hizo una canción junto a la sonrisa resaqueada de una mujer en el micro cuya mano mendiga no solo golpeó un cajón improvisado y por unas monedas, sino que se convirtió después en la mano que mezcló sazón, amor y fuerza para ser otra anticuchera feliz de compartir la vereda con cobradores, putas, beatas, dateros y los mismos barrenderos que han cambiado de lugar el polvo una y otra vez, durante años.

Foto: Joao Sócola

Y dentro de todo, hay estampas o escenas, a veces difíciles de digerir, pero que son parte de lo que nos rodea. A las seis de la mañana, por ejemplo, las ratas de los jardines de la Vía Expresa empiezan un curioso proceso, se vuelven apacibles y se esconden entre las grietas como si la ciudad no fuera suya también. Las amenazan los borrachos, los miles de autos y ahora también el Metropolitano. El ruido las convierte en el cielo que tantas veces citamos como panza de burro para hablar de la Lima lluviosa entre julio y agosto, pero no es más que una panza de rata echada y henchida y si es así, claro, tiene que ser de la Vía Expresa, sobreviviente además como cada paisaje que ha logrado transformarse en la ciudad que hoy se levanta y ruge como el tráfico más endemoniado, o se acomoda simplemente bajo el sol del verano sobre un poste elegido cerca de un carrito emolientero para disfrutar lo más sagrado: el desayuno junto a los titulares, a las calatas, a la política que después se sube al micro y se escucha en la radio. La derecha bruta y achorada, la revocatoria, el indulto… y todo después del desayuno y antes del trabajo.

Para celebrar Lima hay que comer viendo el tráfico, sentados cerca de los rosarios de plástico que venden en Las Nazarenas, cerca de los grafitis que parecen contarnos otras historias, menos salvajes quizá, debajo de los edificios abandonados que pronto serán tomados por las inmobiliarias, lamentando claro el cierre del cine Colmena, cuyos asistentes y durante años, temieron más a los temblores que los hacían salir a la calle interrumpiendo la función continuada de ocho horas y con la cara al viento, que al mismo municipio que les cerró la fiesta. Para celebrar Lima hay que saber que somos parte de una historia que nunca aceptó su tragedia, pero si su violencia, y a pesar de todo, a pesar de las ratas, del caos, del desempleo, de la delincuencia y tantas cosas más, siguió y se levanta cada día debajo del cableado, al ladito de sus bares, cerca de sus tiendas, entre sus parques, plazas, dentro de sus micros. Para celebrar Lima, La Mula, quiso mostrarla como la vemos todos los días y por eso ofrecemos una galería de La maravillosamente Horrible, entiéndase siempre Lima, como la tituló Salazar Bondy.

Tu envidia es mi progreso, dicen. Y Lima lo repite no solo en los parachoques de sus taxis y micros mil veces multados, sino entre sus avenidas, grietas, bocinazos y en los labios de quienes vivimos en ella y celebramos haber nacido o haber invadido la ciudad más triste después de su más grande carcajada y seguir en ella con el ruido de la risa, del tráfico y de las ganas de seguir, como sea, pero seguir.

Foto: Joao Sócola

Foto: Joao Sócola

Foto: Joao Sócola

Foto: Joao Sócola

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Foto: Oriana Lerner

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Foto: Rosa Castañeda

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Foto: Joao Sócola

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Foto: Rosa Castañeda

Foto: Rosa Castañeda

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Foto: Oriana Lerner

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Foto: Oriana Lerner

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Escrito por

La mula

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