Odia que lo llamen el Elvis de la teoría cultural o el filósofo más hippie del mundo
Podrá camuflar el perfil entre los abultados hombros cuando se le reconoce como uno de los filósofos más cool de los últimos tiempos, pero modestias aparte, es incapaz de negarlo, en cambio a eso, se limita a decir que no es el más moderno simplemente. Su problema, lo confiesa: un estado depresivo latente, una rabia que se convirtió en una suerte de aceptación y un cinismo que logra que las cosas se transformen y sigan.
En 1989 publicó El sublime objeto de la ideología, una fusión entre el astuto psicoanálisis lacaniano, el idealismo de la Escuela de Frankfurt , y unas reflexiones sobre la película de terror "Alien", como sabemos, un éxito en el 79. Hoy, 50 libros después, se ha convertido en un ícono de la cultura, un radical de izquierda, un inconforme, un militante que aborrece y ama el mundo en el que se desenvuelve, con licencia para una crítica mordaz y volver a callar dentro de una habitación modesta que pertenece al mismo lugar que lo conflictúa y es a su vez el objeto de sus obsesiones: el mundo.
¿Pero quién es Slavoj Zizek? “Como se puede ver ahora - o en cualquiera de las películas de mierda que hago - Soy un tipo nervioso. Me parece absolutamente insoportable verme a mí mismo en una pantalla. Y cuando la gente escribe sobre mí, yo nunca lo leo, a menos claro, que haya un ataque brutal y mis amigos piensan que debo responder. Por lo demás tengo un sentido de la vergüenza, miedo de verme. Pero más allá de eso, soy un chico tímido en París, dentro de un hotel simple de una sola ventana” responde en una entrevista. “Mi gran temor es que si actúo como soy, la gente se dará cuenta de que no hay nada que ver. Así que tengo que estar activo todo el tiempo, encubriendo".
Pero a veces no logra camuflar lo suficiente. Para jugar a ser un hombre decepcionado Slavoj Zizek se casó cerrando los ojos (como se lo repite el periodista), voraz y pasional, besando a la novia (una modelo argentina) como si bebiera de su boca en el último día de la tierra o bailara como otro personaje dentro de la increíble comparsa de Kusturika.
Slavoj Zizek, irreverente y desapegado declara en otra entrevista además, a pesar de esas imágenes poco verosímiles que es un simple pesimista a largo plazo y agrega para empezar a hablar de política, que si, que es un pesimista pero de los que creen en la democracia. Pronto dispara. "El futuro de la democracia", corrige mordaz, "es Berlusconi”. ¡Pero, mírenlo! un gobernante que construye un Estado cada vez más autoritario y que distrae a la gente de vez en cuando con escándalos, como cuando se le acusa de ser impotente y se ofrece para demostrar ante cualquier tribunal que no lo es. ¿Cómo pretendía hacerlo?".
Berlusconi, sugiere Zizek, se halla a mitad de camino entre Ubu Rey y Groucho Marx, pero "de modo inteligente" señala, refiriéndose a un capitalismo "autoritario". Como en China. "No es nada seguro que el desarrollo del capitalismo pongan en movimiento los deseos de democracia. El capitalismo asiático funciona sin democracia y no tiene problemas". En conclusión… ¡Berlusconi es un genio de la democracia! parece abrir una botella de champagne en una imagen de caricatura, imaginada, pero válida.
Y la izquierda no se salva. “Los gobiernos de izquierda tienen todos la misma evolución: provocan, al principio, un cierto entusiasmo: la convicción de que algo cambiará; el capitalismo les permite legalizar el aborto, las bodas homosexuales, asuntos de género. Nunca las reglas del mercado. La solución a esto solo puede llegar", defiende con entusiasmo, "de la izquierda radical, en caso contrario el centro-izquierda tendrá que acabar pactando con los fundamentalistas".
Hace 20 años, cuando Francis Fukuyama anunció el final de la historia, se le tomó por obnubilado. "Pues ha triunfado. No hay un solo parlamentario en Europa que piense en otros términos que el parlamentarismo liberal", cuenta Zizek que no hace mucho se reunió con Fukuyama y pudo saber por éste que ya no cree en su tesis sobre el fin de la historia. Han aparecido elementos, le dijo, que modifican todo: "La biogenética y la crisis ecológica". La biogenética permitirá, a medio plazo, actuar sobre los individuos y eso "no se puede dejar en manos del mercado".
Mientras, lo que le queda a los filósofos, "es explicar y explicar. Y apartarse del liberalismo eurocentrista". Zizek, que parte muchas veces de anécdotas, novelas y películas para dejar claro a qué se refiere, cuenta que Terry Eagleton le contó que el historiador Osborne fue a dar una conferencia a unos obreros y empezó diciendo que lo que iba a decirles tenía que ser relativizado, que era su punto de vista, que él no sabía más que ellos. Y uno de los asistentes le increpó: "Pues váyase, se le paga por saber más que nosotros y contárnoslo".
Zizek termina su entrevista invitando al periodista a utilizar sus palabras: "Manipúleme orwellianamente, tiene permiso. Sorpréndame mostrando lo que he dicho". Eso está hecho.
Con información de Nora Méndez y Salon
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