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La influencia de la estética pornográfica según Naief Yehya

Publicado: 2012-12-21

El reconocido periodista mexicano, Naief Yehya, explora en su reciente libro Pornografía. Obsesión sexual y tecnología, qué es lo que hay en ella que nos inflama, excita, indigna, repugna, avergüenza o preocupa. Extraído de La Jornada en Línea

El tema de la pornografía sigue siendo motivo de polémica, cuando no de escándalo y censura. ¿Qué hay en la pornografía que nos inflama, excita, indigna, repugna, avergüenza o preocupa?, es la cuestión en torno a la que se reflexiona en el libro Pornografía. Obsesión sexual y tecnología, amplio ensayo escrito por el periodista y escritor Naief Yehya, especialista en la relación cultura-sociedad-tecnología.

Se trata de una segunda edición, corregida y aumentada, publicada por el sello Tusquets, cuyo objetivo es “realizar una historia crítica de la pornografía desde la perspectiva de alguien que ha estudiado la repercusión de la tecnología en la cultura”.

La intención es desmontar el fenómeno pornográfico a lo largo de sus diferentes fases, para tratar de entender en qué consiste su poder transgresor. Para ello se explora su historia, se analiza su lenguaje, sus iconos, sus fórmulas y mitos.

El libro intenta ser una reflexión de lo que representa la penetración de la tecnología, como el Internet y la redes sociales, en el ámbito sexual y “la resonancia que esto tiene en una sociedad cada vez más influida por la estética de la pornografía; y que como fenómeno es la contraparte del auge de los movimientos fundamentalistas religiosos islámicos, cristianos y judíos, que amenazan con destruir las conquistas de la imaginación erótica”.

Para Naief Yehya, “la pornografía es una entidad calidoscópica siempre cambiante; una palabra camaleónica. Pornografía puede ser a la vez un estigma, una industria, una definición de política y censura, una clasificación moralista, un producto, un fenómeno, una cultura. Desde su invención ha sido siempre más fácil determinar la pornografía por sus efectos en quienes la ven que por su contenido”.

Si bien hoy día la pornografía es vista como un arte erótico, “la idea nace como una política de transgresión”, detalla Yehya, en charla con La Jornada.

“Los orígenes pornográficos se pueden encontrar en la Revolución Francesa, en forma de estampitas en las que se dibujaba al rey, a la reina, al clero o a la aristocracia en situaciones sexuales, siendo por ejemplo, penetrados por detrás.

“Esas imágenes tenían un poder transgresor porque golpeaban la idea de divinidad del rey o la reina y se pensaba en ellos no como personas que infundían temor, sino como seres objetos del ridículo”. Además de que, quienes hacían las estampas, ganaban dinero por ese producto.

Cuando concluye la Revolución Francesa se va desvaneciendo la carga política de transgresión y se resalta el elemento sexual. Se vuelven más comunes esas estampas que se venden de manera clandestina, con el claro objetivo de provocar un estimulo erótico y masturbatorio. A partir de ahí y hasta la fecha, se vuelve una afrenta a la moral, a los valores imperantes sociales y religiosos, explica el también colaborador de La Jornada Semanal.

“Por ejemplo, en el siglo XVIII les ponían faldones a los pianos de cola, porque decían que las patas desnudas de los pianos les despertaban pensamientos lujuriosos a los jóvenes”. La idea de la pornografía, destaca Yehya, “no radica en un tipo de objeto o situación sexual, sino en la capacidad censora del poder político o religioso”.

Lo que ha traído Internet en torno al fenómeno de la pornografía, continua el especialista, “no tiene precedente histórico”.

“Antes para alguien que buscaba material pornográfico podía ser muy complicado y a veces riesgoso, tanto desde un punto de vista económico, físico o moral.

“Con Internet se democratizan todas las filias y fetichismos. Todo mundo puede ver cualquier cosa, en cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier grado de intensidad. Hoy estamos ante un nuevo mundo pornográfico, ante una pornificación de la cultura que impacta en todo el ámbito social”.

¿Cuál es ese impacto?, es la cuestión que este libro trata de desentrañar.

Para Naief Yehya, “uno de los elementos importantes de la pornografía es su capacidad de transgresión, la cual debe conservar; por qué así como el ser humano tiene el espíritu y el anhelo de buscar siempre más allá de lo permisible, se tendría que conservar también la capacidad de transgresión.

“Es un hecho que la necesidad y la búsqueda de los placeres pecaminosos que van allá de lo que la sociedad puede hablar en voz alta, han estado siempre con nosotros. Ahí tenemos, por ejemplo, a pornógrafos como Henry Miller y Oscar Wilde, pero también los pornógrafos mercantilistas sin escrúpulos que no ofrecen seguro social a los actores porno o los miles de mujeres y hombres que hoy por Internet se asumen como un sujeto del deseo y se promueven como tal en su website o por los medios que sean”.

En medio de una especie de paternalismo sexual (que la sociedad tiene milenios viviéndolo); la parte positiva del fenómeno de la pornificación de la cultura, abunda Naief, “tiene que ver también con los grupos que históricamente han sido despojados de su poder de representarse a sí mismos sexualmente, entre ellos las mujeres, los homosexuales, las lesbianas, los transgénero, por mencionar algunos”.

Sin embargo, añade, “hay que señalar también el riesgo de caer en lo que se podría denominar esclavitud a la pornografía, dependencia que puede tener consecuencias muy altas en el mundo real y que evita tener un desarrollo pleno”.

Con todo ello, el fenómeno de la pornografía conlleva un elemento de “pánico moral” generado por aquellos que ven una amenaza en la representación sexual y que imaginan que éstas van a engendrar algo malo, ahí están los conservadores, cierta gente de avanzada y en su momento algunas feministas radicales de los años setenta, explicó Yehya.

“Por un lado es terrible la censura y el pánico moral, pero es igualmente terrible una sociedad donde todo es permisible, donde no hay limites y cualquier fantasía erótica puede ser permitida. Afortunadamente el sexo real y la pornografía son dos cosas muy diferentes. De ahí el motivo de hacer una reflexión al respecto con este libro.

“Si se elimina la capacidad de transgresión de la pornografía, haciendo de ésta un elemento cotidiano común y corriente ¿qué es lo que podría ocurrir?”, se pregunta para concluir el autor, quien responde con otro cuestionamiento: ¿buscaremos otros estimulo que lo sustituya? ¿Hacia dónde ira el imaginario de la transgresión? Y advierte: ¿Vamos hacia el snuf real, películas en las que se viola y mata a mujeres de manera real?


Escrito por

Ginno P. Melgar

Esperando un mundo regido por la igualdad con base en las diferencias. @ginnoceronte


Publicado en

Redacción mulera

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