En enero de este año, la justicia ecuatoriana confirmó la sentencia que condenaba a la petrolera Chevron Texaco como culpable de haber arrojado millones de toneladas de material tóxico a la selva amazónica y le ordenó pagar una factura de 19,2 mil millones de dólares, la cifra más alta en la historia de las indemnizaciones judiciales.

Después de ello, la población indígena ecuatoriana recuerda el inicio de este proceso con la llegada a Quito del primer barril de petróleo de la Amazonía el 27 de junio de 1972. Con ello, llegó incluida la idea de bonanza para los pueblos. Sin embargo, cuarenta años después, la región desde donde se extrajo el petróleo es la zona más pobre del Ecuador y presenta muchos casos de cáncer, así como graves casos de contaminación ambiental. "El aire huele a gasolina, la tierra huele a gasolina, el agua huele a gasolina, hasta la mismísima alma sabe a combustile", señala la organización AIDESEP.

La razón de esta situación la encontramos en el derrame de 60,5 millones de litros de petróleo y los 68 mil millones de litros de aguas tóxicas en los ríos y el ecosistema amazónico que perpetró la compañía Texaco entre la époxa de 1964 y 1992 en la comunidad Dureno. Además, 235 mil millones de pies cúbicos de gas fueron quemados al aire libre.

Este enorme caso de contaminación ambiental puede ser comparable con el Chernóbil o el derrame del golfo de México. Sin embargo, este caso no fue accidental: se trató de un acto deliberado para ahorrar gastos, tal como lo determinó la sentencia.

El grupo de abogados de los 30.000 indígenas y campesinos de la Asamblea de Afectados por Texaco no tardó en iniciar los trámites para cobrar el dinero. Pero esta cobranza se realizará en Canadá, Brasil, Colombia y Argentina.

Con información de AIDESEP.