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16 años de la toma de la casa del embajador de Japón

Publicado: 2012-12-17

17 de diciembre de 1996. Residencia del embajador de Japón en el Perú, Morihisha Aoki. Celebración del 63 aniversario del natalicio del emperador. Funcionarios gubernamentales, empresarios, periodistas, políticos, intelectuales, diplomáticos, congresistas, invitados especiales … Todos se prepararon con esmero para la ocasión sin saber que serían protagonistas del mayor asalto perpetrado por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, organización terrorista surgida en 1984.

Catorce emerretistas, que formaban el comando ‘Oscar Torres Condezo’, previa planificación, incursionaron en la recepción. Todo fue sorpresivo. Nadie lo podía creer, los invitados quedaron perplejos, primero, y luego atemorizados. De hecho, tanto al interior como al exterior de la residencia hubo desconcierto. Cuando la noticia se supo, las fuerzas policiales no sabían si se trataba de un asalto cometido por delincuentes comunes o un secuestro a gran escala planeado por subversivos. De inmediato varias patrullas acudieron al lugar de los hechos y por varios minutos hubo una balacera que puso en peligro la vida de los rehenes, hasta que órdenes de ‘arriba’ anunciaron el cese del fuego.

La misma noche fueron liberados la mayoría de los rehenes, quedando solamente 71, quienes estuvieron en esa condición durante 125 días, hasta el 22 de abril de 1997.

Según fuentes de la Dincote -relata Fernando Rospigliosi, el operativo fue cuidadosamente planeado y probablemente pensaban capturar al mismísimo presidente Alberto Fujimori, que suponían podía asistir a la recepción. El propósito era lograr la libertad de más de 400 emerretistas que estaban en prisión.

Los subversivos actuaron divididos en tres grupos. El primero de ellos se mimetizó con los mozos y entró con el personal de servicio. En el menaje introdujeron algunas armas. Algunos de los rehenes liberados narraron que habían notado un comportamiento extraño en algunos mozos, e incluso reportaron incidentes como el derrame de una copa sobre el traje de una dama, producto de la inexperiencia del que servía, cuenta el exministro del Interior. Otro grupo ingresó bajo el disfraz de repartidor de arreglos florales. Las armas entraron bajo las flores. Algunos subversivos estaban uniformados.

El tercer destacamento -prosigue Rospigliosi- llegó en una camioneta pintada como ambulancia de Alerta Médica. Entre diez y doce subversivos, uniformados al estilo MRTA y con el rostro embetunado, saltaron un muro trasero de la residencia y entraron cuando sus cómplices ya habían inciado el operativo. Según los testigos, los terroristas tenían modernas radios, con micrófonos en la solapa. Los del tercer destacamento dejaron la camioneta encendida en el apuro, y olvidaron allí una caja de municiones.

Minutos antes del asalto, los subversivos hicieron detonar un potente explosivo cerca de la residencia. De esa manera causaron desconcierto en la custodia policial, que había sido reforzada desde las 4 de la tarde, así como en los numerosos miembros de seguridad de los personajes allí reunidos. Muchos policías corrieron al lugar del atentado.

Hoy, dieciséis años después, recordamos este suceso político que tuvo en vilo a la sociedad peruana. A continuación una dramatización de lo ocurrido.


Escrito por

La mula

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