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Los prófugos del mar de Rosamar Corcuera

Publicado: 2012-12-06

Bienvenidos a un mundo paralelo y misterioso habitado por mascarones de proa, deidades marinas, ángeles fugados del cielo y caracolas humanas. Bievenidos al universo de la artista Rosamar Corcuera, retratado en este video dirigido por Daniel Lagares y Javier Corcuera, una artista quien inaugura «Prófugos del mar» en el Centro Cultural Inca Garcilaso y que recrea en 30 piezas de cerámica un maravilloso homenaje al mar de la infancia y a los seres que habitan aún en la memoria. Un homenaje de trazos míticos y místicos que componen quizá una de las mayores recreaciones singulares del arte contemporáneo en el Perú: la (re)invención de la naturaleza a través de la tierra, el color y la corporeidad.

«Soy una pintora que hace cerámica», confiesa Rosamar precisamente, quien de niña veía el mar majestuoso y enorme de Punta negra y recogía caracoles de la orilla e imaginaba en cada uno de ellos un mundo aún por descubrir. «Imaginaba que el mar podía retirarse y que yo podía encontrar objetos y seres que nunca había visto. Unos seres que por alguna razón salen del mar y emergen a la tierra y nos encontramos con ellos y ellos con nosotros».

Y, en efecto, en el trabajo de Rosamar uno observa personajes únicos con ese extraño aura de misterio y revelación por un lado y de enigma y color por el otro. Son esos mismos seres que nos remiten a la imaginación de la entrañable niña de El laberinto del fauno, aunque en la mirada de Rosamar nos enfrentemos a su propio mundo personal caracterizado por el indomable y quieto mar. «En mi trabajo pueden haber piezas de personajes con mucha fuerza, animales transformados, de mucho misterio, enigmáticos», señala, «como a la vez también pueden haber personajes de mucha ternura, dulces, como de un mundo de fantasía y de niñez».

Interesada en trabajar el barro como soporte de sus proyectos artísticos, Rosamar confiesa que le encanta maniobrar ese material para darle color, texturas, volumen y líneas. Un material muy dócil que le da mucha libertad y que le permite (así como el génesis bíblico de la creación del hombre) simular a ser Dios y a dar vida a través del barro. «Me gusta además pasar muchas horas en el taller, sola, en silencio, metida en una pieza, en un tema. Hasta perder un poco la noción del tiempo y que el acto creativo se vuelva completamente inconsciente».

Perder los rastros del contexto y la lógica de la razón. Alcanzar el ansiado éxtasis creativo gracias a ese proceso solitario y de largo alcance. La influencia de la obra de Rosamar, como ella misma señala, se proyecta no solo a las caminatas a orillas del mar sino también a su propia vida de niña, a la poesía de su padre (el poeta Arturo Corcuera) y las conversaciones y palabras de otros artistas que visitaban en su infancia. Y esto además del propio nombre Rosamar -un nombre que parece haber anticipado su propio futuro dado que las rosas y el mar son elementos muy notorios en su obra. «La casa donde crecí tiene un jardín muy grande, lleno de flores y colores», confiesa. «De niña yo me sumergía en ese jardín muchas horas. Allí aprendí el color. A la casa iban muchos artistas: poetas, pintores, músicos. Yo aprendí mucho de ellos, me gustaba escuchar sus conversaciones, sus viajes, jugaban a hacer poesía. Era como una escuela de arte».

Ahora Rosamar vive en su casa con las propias piezas que ella crea, rodeada de seres que han llegado a nuestro mundo gracias a su imaginación y la curiosidad del pasado y el eterno misterio del mar. La exposición se inaugura este jueves a las 7:00pm y va hasta el 6 de enero del 2013 en el Centro Cultural Inca Garcilaso.


Escrito por

Edwin Chávez

(Post)estructuralista, narrador sci-fi, cuentista metaliterario, pixel-prototipeador, {css: lover}, poeta [01]nario.


Publicado en

Redacción mulera

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