El fotógrafo que descubrió el mundo desde el cielo
Si alguien le pregunta a Yann Arthus-Bertrand quién le enseñó a tomar fotografías, él seguramente responderá que los leones de Kenia. Fue allí, en la reserva del Masai Mara, que Arthus-Bertrand pasó 3 años de su vida estudiando el comportamiento de una familia de leones. Tenía para entonces 30 años, estaba recién casado con su esposa Anne y ni siquiera imaginaba su futuro porque Arthus-Bertrand aún no sabía cómo sería su futuro. Un día, con el fin de graficar los apuntes que escribía sobre los leones del Masai Mara, Arthus-Bertrand pensó que utilizar una cámara fotográfica sería de gran ayuda para su proyecto. Ese fue el primer paso. La aventura (y su destino) se completaría cuando Arthus-Bertrand, en uno de sus viajes como piloto de globo aerostático, trabajo al que se dedicaba para ganarse la vida por aquellos años, cogió la cámara, la colgó al cuello, ascendió al cielo y tomó fotos de la tierra. Fue allí que Arthus-Bertrand se convirtió en realidad en el Arthus-Bertrand que hoy conocemos: el fotógrafo que captura desde el cielo los fragmentos de la naturaleza y de la vida, del tiempo y de la historia.
Por entonces era el año 1981. Diez años más tarde, tras descubrir su vocación, Arthus-Bertrand fundó la primera agencia de fotografía aérea del mundo y se convirtió en el mayor exponente de instantáneas tomadas a miles de metros sobre el nivel del mar. Su obra, que incluye libros como «La Tierra vista desde el cielo» y «365 días para reflexionar sobre nuestra Tierra», se ha convertido en una enciclopedia gráfica de nuestro planeta, la radiografía del siglo XXI, una especie de Google Earth artístico en el que se intenta revelar (y rebelar) la curiosa (y a veces degradada) relación entre el ser humano y la naturaleza. La sumilla está escrita: Arthus-Bertrand es el mensajero del vínculo que nos une con la Tierra y su trabajo es el espejo-conciencia que nos muestra lo que somos y lo que seremos. Basta entrar a su página web para observar la gran colección de imágenes en un recorrido visual que involucra a 108 países del mundo. Desde Afganistán hasta Yemén. Perú no es la excepción: están la costa, la selva y la sierra; están las Líneas de Nazca, Machu Picchu y la Cordilerra de los Andes. Está la mirada de Arthus-Bertrand apuntándonos con su lente para decirnos quiénes somos y dónde vivimos.
Para cualquiera que se acerque a observar su trabajo, encontrará de inmediato una sensación de inmensidad y inquietud. Hay nervio y grandilocuencia en cada imagen de Arthus-Bertrand. Vistas en conjunto, conforman un canto coral que retrata la belleza del azar y las huellas de la razón. En muchas de ellas hallamos el tiempo encapsulado y el recorrido del hombre. Ningún artista quizá haya emprendido un proyecto artístico de las dimensiones que el suyo: Arthus-Bertrand se ha puesto en la mirada de Dios y ha retratado cada espacio y rincón del planeta como mensajero y testigo y culpable. Esta labor la ha convertido en uno de los activistas ecológicos más importantes de la actualidad y le ha llevado incluso a emprender proyectos cinematográficos como «Home», que él mismo acota como una película-manifiesto sobre las consecuencias del cambio climático y la necesidad de emprender acciones para evitar mayores daños al planeta.
Hoy la última obra de Arthus-Bertrand llega a las librerías hispanoamericanas a través de un escenario más específico: la relación entre el hombre y el entorno arquitectónico. Se acaba de editar un libro en español, «Nueva York. Arquitectura desde el cielo», volumen de 172 (mega)fotografías que exploran la ciudad norteamericana desde las alturas y que busca retratar cada edificio, cada secreto y cada herida almacenada desde las entrañas. El aleph neoyorquino no solo lleva la mirada de Arthus-Bertrand sino también los textos del arquitecto John Tauranac. Es la última enciclopedia aérea de una New York todavía lejos de los vientos y la tempestad del huracán Sandy y más bien teñida por las luces del invierno y la primavera. New York antes del diluvio. Un libro para conocer y explorar. Un libro sin fin. El propio Arthus Bertrand comenta precisamente eso: «Cada rascacielo oculta otro, hasta el infinito. Cuando mi mirada se vuelve hacia abajo, la ciudad se revela en lo que tiene de más hermoso, de más secreto, sin esconder sus heridas». Buscar los resquicios del presente desde las alturas, algo que solo los pájaros y Arthus-Bertrand han podido a lo largo de la historia.
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(Post)estructuralista, narrador sci-fi, cuentista metaliterario, pixel-prototipeador, {css: lover}, poeta [01]nario.
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