Eric Hobsbawm, el historiador de las voces perdidas del siglo XX
Uno de los grandes hombres que intentó diseccionar los procesos históricos del siglo XX se marchó no sin antes echarle un vistazo a este nuevo siglo. Y Eric Hobsbawm, que incluso en sus últimos años de vida mostraba esa fascinación por el debate y el análisis con un vaso de whisky, murió convencido de que el nuevo cambio en el mundo estaba más cerca de lo que nosotros imaginamos, creyente de que la última crisis del capitalismo sería el final de esa especie de libre mercado que había «capturado» a los países y las naciones desde la época Thatcher - Reagan.
Hobsbawm, en efecto, decía que el siglo XX ya estaba muy por detrás de nosotros y que aún «no aprendíamos vivir en el XXI». Consideraba que la burbuja inmobilaria del 2008 era mucho más grave que la de 1930 y creía que el futuro no estaba en el anarquismo del libre mercado ni en el estado socialista descontaminado de empresas privadas sino más bien en las economías mixtas «en las que público y privado se trenzan juntos de una manera u otra». Y creía además que esa mirada era un problema hoy en día para los políticos y adeptos de la izquierda.
Nacido en el año de la revolución rusa, y testigo del ascenso nazi en Berlín, emigró a Inglaterra cuando Hitler tomó el poder y adoptó la ciudadanía británica, nacionalidad con la que se sentiría agradecido y afín durante el resto de su vida. Un hombre que en sus inicios pensaba ser escritor pero que por circunstancias de la vida terminaría como estudiante de Historia, Hobsbawm perteneció a una generación de intelectuales postguerra y marxistas que intentó diseccionar los procesos históricos e interpretar la realidad a través del estudio de contextos que partían desde el feudalismo y atravesaban la revolución francesa y el capitalismo de mediados de siglo.
Tras la caída del muro de Berlín, Hobsbawm continuó con su mirada «fascinada no por el futuro sino por un pasado que pudo haber sido y no fue, por todo lo que en sus años de juventud soñó como futuro de la humanidad» (Santos Julia, El País), aunque fue recién a raíz de la crisis del 2008 que su voz volvió a proyectarse con ímpetu y fuerza hacia el futuro de la sociedad. «El tiempo no está de nuestro lado», escribió en un artículo del 2009, en el que levantaba la voz para volver a una economía mixta. Un alegato a favor de todas las clases sociales como la verdadera base de una política progresista cuyas decisiones públicas afectaban a todas las vidas de la humanidad. «La convicción de que el crecimiento económico es un medio y no un fin», recalcaba, «el fin es cómo afecta a las vidas, las oportunidades y la esperanza de la gente».
Por José Andrés Rojo de El País
Guerra del futuro. “…determinados individuos o grandes corporaciones poseen [hoy] tanto dinero como los estados mismos. En buena parte gracias a la magnitud que han alcanzado las actividades ilegales, como el tráfico de drogas y el contrabando. […] En las guerras del futuro etas cuestiones serán, en mi opinión, cada vez más importantes. […] Trescientos milicianos bien armados, que no estén controlados directamente por ningún estado o gobierno, pueden incursionar fácilmente en vastas zonas y limpiarlas de ‘enemigos’. […] Cuanto menos estructurados, estatales, son los conflictos armados, más peligrosos son para las poblaciones civiles”.
Limpieza étnica. “Genocidio’ se ha convertido en un término utilizado con exceso y, por tanto, se ha despreciado; algo así como lo que ha sucedido con la palabra ‘fascismo’. El genocidio es un proyecto de eliminación total de una etnia. De algún modo, es una extensión lógica, y extrema, de la limpieza étnica. […] La limpieza étnica es un fenómeno que se manifiesta según varios y diversos niveles de gravedad, y puede ser llevada hasta los extremos del genocidio. Es algo ya de por sí lo bastante horrible, no hay ninguna necesidad de empeorrar su sentido identificándola con el genocidio”.
Mito nacional. “Los mitos nacionales constituyen otro problema es en el que hay que saber distinguir entre lo que llega desde abajo y lo que se impone desde arriba.
Esos mitos no surgen espontáneamente de la existencia real de la gente, son más bien algo que la gente aprende de alguien: de los libros, de los historiadores, de las películas; hoy en día de los que hacen televisión. En general no forman parte de la memoria histórica ni de una tradición viva, excepto en circunstancias especiales, que se dan cuando, lo que un día se convertirá en mito nacional, nace de la religión. Es el caso de los judíos […]”.
Comunismo. “…los regímenes comunistas eran, en cierto sentido y deliberadamente, regímenes elitistas. Aunque sólo fuese por el énfasis que ponían en el papel de guía que debía desempeñar el partido. Su objetivo no era convertir al pueblo, las suyas no eran fes, sino iglesias oficiales. Por esta razón, la mayor parte de los pueblos sometidos a estos regímenes estaban fundamentalmente despolitizados. El comunismo no entró nunca en sus vidas en el sentido en que, por ejemplo, el catolicismo entró en las vidas y en las conciencias de los pueblos de América Latina tras la colonización. El comunismo era algo de lo que se esperaba buenos o malos resultados, pero que en general no fue interiorizado por los pueblos”.
Estados-nación. “…la globalización es un proceso que simplemente no se aplica a la política. Podemos tener una economía globalizada, podemos aspirar a una cultura globalizada, tenemos ciertamente una tecnología globalizada y una sola ciencia global; pero de hecho, políticamente hablando, el mundo sigue siendo pluralista, dividido en estados territoriales. […]
En ese marco hay que preguntarse cuál será el debilitamiento de los estados-nación. ¿Será bueno, será malo? Ya se verá. Pero lo cierto es que no se les puede ignorar, no se puede analizar el mundo como si no existieran o no fuesen importantes. Porque en política es lo único que tenemos. Las posibilidades de que una sola autoridad global desempeñe una función política y militar eficaz son igual a cero”.
Individualismo libertario. “Creo que el individualismo libertario no es una base adecuada para la política del poder. Porque, en el fondo, el individualismo es lo opuesto a una política colectiva. Se puede movilizar a los pueblos en la senda del nacionalismo, del patriotismo o de otras rutas colectivas, pero si se dice al individuo que lo que cuenta es su supremo interés, luego es muy difícil convencerlo de que debe subordinar ese interés, aunque sea solo en parte, a los intereses de los demás”.
Globalización. “Es posible garantizar a todo el mundo que van a tener igual acceso a la Coca-Cola. Pero no es posible que todos tengan el mismo acceso a una entrada para el teatro de ópera de la Scala, de Milán. Porque por la naturaleza misma de este bien, el número de entradas de la Scala es limitado y no se pueden producir más. […]
Por eso creo que el problema de la globalización es la aspiración a garantizar un acceso tendencialmente igualitario para todos los productos de un mundo que es, por su naturaleza, desigual y distinto. Hay una tensión entre dos ‘abstracciones’. Se intenta encontrar un denominador común al que puedan acceder todas las personas para cosas que no son, repito, accesibles naturalmente a todos. Y ese denominador es el dinero, es decir, otra ‘abstracción”.
Los inmigrantes. “En la situación actual, (…) se corre el riesgo de crear una sociedad dual: la primera caracterizada por la ciudadanía plena, dotada de plenos derechos; la segunda, compuesta por extranjeros con características de underclass permanentes. A algunos de ellos se les concederá ciertas formas de ciudadanía, pero a la mayoría se la considerará, en ciertos aspectos, como a una raza inferior, al menos desde el punto de vista de los derechos de ciudadanía. Hoy en día la mitad de los inmigrados que viven en Europa es clandestina, ilegal, y por lo tanto carente de derechos. A corto plazo, las víctimas de esta situación no experimentarán plenamente las consecuencias, porque si eres un emigrado del África negra, aun sin derechos de ciudadanía estás mucho mejor ganándote la vida en Florencia, pongamos por caso, que en tu país de origen. Este proceso crea una sociedad de apartheid”.
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