Susana Villarán sobre Pilar Coll: "La voz que resonó como un trueno"
A propósito del deceso de la defensora de los derechos humanos, Pilar Coll, la recordamos con este artículo, escrito por Susana Villarán para el diario La República que destaca su sensibilidad por aquellos que padecieron en el conflicto armado.
"Y qué hubieran hecho con Bartolomé de las Casas!". La voz que resonó como un trueno en la sala del Consejo de Ministros en Palacio ese 2/6/2001 cuando decidíamos quiénes serían los miembros de la Comisión de la Verdad. Pilar Coll no había nacido en el Perú sino en España y no podía ser una de los siete a juicio de la mayoría de los miembros del Consejo. Recuerdo aún la hoja con su nombre en la propuesta de RS que el secretario del Consejo puso delante de cada uno de los miembros del gabinete (junto a la propuesta final del DS de creación de la CV). Pilar Coll Torrente estaba entre ellos. Aún guardo esa hoja entre mis papeles.Si alguna persona llenaba el perfil para integrar esa institución, era Pilar. Más peruana por opción y compromiso con los DDHH y con la democracia, más cercana a los sufrimientos concretos de quienes padecieron, de uno y otro lado, el terrible impacto del conflicto armado interno en el Perú que muchos que portan DNI. No pudo ser esa vez, como queríamos tantos, útil al país. Hoy forma parte del Consejo Nacional de Reparaciones y su presencia ahí asegura a quienes la conocemos que el derecho de las personas y comunidades afectadas por la violencia a ser reparadas será inflexiblemente cautelado.
A esta mujer de trabajo, compasiva y fuerte a la vez, no la marean los halagos ni los reconocimientos, más bien lo contrario, la incomodan. Le pasó con el prestigioso "Lazo de Dama de la Orden de Isabel La Católica" que le fue entregado en 1993. Es de aquellas personas que prefieren pasar inadvertidas pero que no duda un instante en ponerse en la primera línea cuando hay que salir en defensa de quien sufre la violación de su dignidad. Su vida, desde pequeña, estuvo marcada por el dolor y por la fe. Perdió a su querido padre en la Guerra Civil. Lo mataron los republicanos y no por ello su corazón anidó sentimientos revanchistas. Quienes compartimos con ella la fe en el Dios que libera, nos sorprende cada vez más su capacidad de entrega y su talante siempre solidario, así como la profunda espiritualidad que nutre su trabajo en las cárceles hoy como lo hiciera antes con los familiares de los desaparecidos, y con los despedidos por el Paro Nacional de 1977.
Como mujer, Pilar es un modelo a seguir. Así me imagino que debiéramos ser: francas, claras de ideas y aterrizadas en la acción, compasivas y libres, gozadoras de la belleza de este mundo y también capaces de mirar, cara a cara, los estragos del mal radical sin amargarnos ni perder la esperanza. Qué privilegio tener un paradigma en estos años en que escasean tanto los ejemplos.
Por todo ello, la Medalla de la Defensoría del Pueblo va a ser de esta mujer a la que el Perú le debe mucho. Una mujer cuyo amor por las mujeres y hombres de esta tierra le hizo ganar con creces un lugar en esta sociedad, una persona que no necesita de documentos de identidad: le sobra la legitimidad de toda una vida entregada al Perú.
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Estudiante de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Interesada en los conflictos y movimientos sociales. Amante del chocolate, café y los gatos. Redactora de LaMula.pe.
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