(EFE)  El ayuno en ramadán no es solo una obligación religiosa: el Estado también pone de su parte con penas para los que no ayunen, pero sobre todo es la sociedad la que vigila que nadie se atreva a romperlo en público.

En Marruecos, un grupo llamado "No ayunamos", surgido para reclamar su derecho a saltarse la abstinencia en ramadán, no ha traspasado hasta el momento las fronteras virtuales de Facebook y ni se plantea siquiera hacer una "ruptura pública" del ayuno, como intentaron hacer, sin éxito, un grupo de jóvenes laicos en 2009.

"No tenemos intención de entrar en conflicto con otros; solamente queremos instalar un debate sobre la cuestión -comenta a Efe Hamid Lahlu, animador principal del grupo-; pero hemos recibido amenazas, incluso de muerte, cuando hemos explicado nuestras razones en la radio o en foros de internet".

El artículo 222 del Código Penal marroquí castiga con penas de entre 1 y 6 meses de cárcel, más una multa, a "todo individuo notoriamente conocido por su pertenencia al Islam que rompa ostensiblemente el ayuno en un lugar público durante el Ramadán".

En los escasos restaurantes que permanecen abiertos durante el día, es normal que un camarero se niegue a servir a un musulmán en este mes sagrado, y las personas exentas de ayuno (mujeres embarazadas o con su menstruación, diabéticos y otros enfermos) se esconden para poder comer sin que se considere una provocación.

"Antiguamente, uno ayunaba o no y nadie se sentía molesto; ahora hay muchos que se ponen en el lugar de Dios y se sienten guardianes de la religión. Los que no ayunan no lo muestran por miedo a hacerse sermonear", comenta la socióloga Soumaya Naamane Guessous.

"Si antes las familias ejercían su piedad desde la discreción, ahora se observa una necesidad de exhibir la fe y la práctica, lo que se hace evidente en el Ramadán, pero también en el uso del lenguaje y en la forma de vestirse: valores que debemos exhibir", comenta.

La socióloga admite que el Ramadán trae aparejado un aumento de la agresividad ambiental y de las frecuentes disputas por razones más o menos futiles: es lo que el dialecto popular ha dado en llamar "tremdina", una especie de mal traducible como "ramadanez" y que alude al estado de irritabilidad permanente por culpa del ayuno.

Copiosas comidas nocturnas y falta de sueño -ya que en ramadán se ayuna de día y se vive de noche- tienen que ver con la "tremdina", dice Guessous, aunque otras personas consideran que esta irritabilidad tiene su explicación en la falta de fe con la que muchos encaran el precepto religioso.

Los médicos, por su parte, consideran que es la falta de cafeína, de nicotina, de glucosa o de líquidos los que producen ese estado de agresividad que desaparece tras la ingestión de la primera sopa del día o el encendido del primer cigarrillo, a la puesta del sol.

En este año 1433 de la Hégira, en que ramadán ha caído en pleno mes de agosto, las horas de ayuno son extremadamente largas, casi 16 horas en las que todo musulmán que haya pasado la pubertad no puede comer, beber ni fumar.

Es inimaginable ver a una persona adulta tomar un trago de agua bajo el sol inclemente; todas las personas que reconocen no ayunar hace tiempo que tienen que esconderse para comer o beber, incluso en los lavabos de sus empresas.

El movimiento "No ayunamos" ha querido abrir un debate que entre dentro de las libertades individuales, pero hasta ahora han tenido escaso éxito: "Nos choca el silencio de los intelectuales y los partidos modernistas; nadie nos sostiene", se lamenta Hamid Lahlu.

La infracción del ayuno, como tantas otras cosas -la homosexualidad, el ateísmo, el consumo de alcohol-, hace tiempo que ha entrado en la esfera de los tabúes, en una sociedad cada vez más conservadora.

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