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Confesiones de un espía de la KGB

Publicado: 2012-02-22

Es el lugar perfecto para encontrar a un hombre de la KGB. Boris Karpichkov -ex operador y doble agente- sugiere que nos encontremos bajo la sombra del Marble Arch en Londres. Estoy retrasado. Pero él es fácil de detectar: una adusta, delgada, pálida figura con la mirada ligeramente encantada de alguien que ha gastado su carrera en el mundo crepuscular del esponiaje.

Desde que huyó a Gran Bretaña a finales de los 90, Karpichkov ha preferido mantener un perfil bajo -a diferencia de otro agente conocido de Moscú que huyó a Londres, Alexander Litvinenko. Ahora, con el más famoso graduado de la KGV, Vladimir Putin, a punto de conseguir su viejo trabajo de vuelta en Kremlin, ¿puede Karpichkov arrojar luz sobre el tenebroso mundo del espionaje ruso?

Nacido en 1959 en Letonia, Karpichkov creció en una comunista familia patriótica y llegó a ser ingeniero mecánico. La KGB llegó a él cuando trabajaba en una fábrica de partes para la industria espacial. Se enroló en la academia de la KGB en Minsk en 1984, aprendiendo, entre otras cosas, cómo dispiarar, y cómo matar con sus propias manos. Fue asignado a la prestigiosa sucursal Riga de la Segunda Dirección de la KGB, especializándose en contra-inteligencia. Allí alcanzó el grado de Mayor.

Después del colapso soviético, Karpichkov se quedó en Lituania, ahora independiente y en conflicto con Moscú, y entró al nuevo servicio de inteligencia de dicho país. De manera secreta, sin embargo, continuó brindando información a la KGB -renombrada como Servicio Federal de Seguridad o FSB.

Por tres años fue un clásico doble agente. Confiesa que rompió y plantó micrófonos ocultos en la embajada británica en Riga. Dirigió además operaciones audaces de desinformación contra la CIA. Aún tiene las herramientas de su oficio: ganzúas utilizadas para irrumpir en los pisos de sus objetivos (pequeñas piezas de metal que podrían confundirse con un kit de reparación de bicicletas), y un escáner de amplio espectro, que se parece a un grueso walkie-talkie, para espiar.

Pero en 1995 los problemas comenzaron para Karpichkov. Se mostró descontento con el incremento de la corrupción en la FSB que, dice, no le pagó. Los lituanios comenzaron a sospechar, con razón, que estaba trabajando para los rusos. De regreso a Rusia con la cara descubierta, pasó varios meses en una prisión de Moscú antes de entrar en Gran Bretaña con un pasaporte falso que había recibido como oficial de la KGB. Desde entonces no ha vuelto a Rusia ni a Letonia.

En el exilio en Gran Bretaña, Karpichkov ha escrito una colorida autobiografía sobre su tiempo en la KGB, por lo que ahora está buscando editor. En el libro, recapitula sus aventuras clandestinas -operaciones que envolvieron drogas psicotrópicas, una orden de matar (que dice que no llevó a cabo) y la vez en que uno de sus objetivos -un agregado militar japonés- se dio cuenta de que estaba siendo vigilado. El agregado erigió una pequeña carpa en el centro de la habitación de su hotel. "Él estaba bien entrenado", dice Karpichkov. El protocolo estandar de la FSB era esconder micrófonos por todos lados, incluyendo en el baño y la habitación: "Nuestro lema era saberlo todo". La policía secreta de Alemania Oriental, la obsesiva-vigilante Stasi, usaba el mismo lema.

Gran Bretaña es un obvio objetivo del espionaje ruso, dado el largo número de rusos que viven y trabajan allí. Después de desertar, Karpichkov necesitó una nueva salida para sus habilidades. Montó secretos comerciales en investigaciones de alto perfil de rusos que vivían en Londres, incluyendo según él, a Boris Berezovsky y Roman Abramovich. Además se sintió atraído por las operaciones de espionaje del Kremlin en Londres.

Karpichkov concuerda con el jefe del M15, Jonathan Evans, que el número de oficiales declarados de inteligencia rusos en Londres no ha disminuido desde el final de la Guerra Fría. "Gran Bretaña es un objetivo prioritario para los servicios de inteligencia rusos", dice Karpichkov. En los años después del 9/11, los servicios de seguridad británicos enfocaron su atención en la lucha contra el extremismo islámico. Se supone que los rusos harían lo mismo, y que reducirían sus operaciones en Reino Unido.

No lo hicieron.

Pero es una pregunta abierta cuán exitoso es actualmente el espionaje ruso. La profunda cubierta de agentes rusos expuesta en Estados Unidos en 2010, incluyendo a la glamorosa Anna Chapman, ahora una animadora del partido de Putin, parece más torpe que siniestra. De manera similar, muchas de las operaciones británicas del Kremlin, al parecer dirigidas para influir en la opinión pública, vienen como primitivas y ridículas.

En 2004, Karpichkov encontró dos representantes de Nashi enviados por Moscú a Londres - Alvis e Irina. Él no reveló su identidad real. Alvis e Irina eran manifestantes pagados por £4.50 para tomar parte en varios mítines pro-Kremlin en Londres: uno contra Zakayev, otro en contra Anna Politkovskaya, asesinada dos años después por un desconocido asesino a sueldo en la escalera de su apartamento en Moscú.

De acuerdo con Karpichkov, Nashi además tenía como objetivo a la actriz y activista política Vanessa Redgrave, una amiga cercana y partidaria de Zakayev. A finales de 2004 el grupo pro-Kremlin organizó una falsa "demostración" en un parque cerca de su casa de Chiswick. Esa tarde intrusos desconocidos dañaron su puerta principal. Redgrave se quejó ante la policía. Karpichkov alega que el daño fue causado por elementos de Nashi. También afirma que los activistas del Kremlin estaban detrás de un ataque de octubre de 2004 en las casas vecinas Muswell Hill de Litvinenko y Zakayev; alguien lanzó cócteles molotov en sus jardines.

¿Y qué de la muerte de polonio de Livineko en noviembre de 2005, asesinado por una taza de té radioactivo? Karpichkov dice que él no duda de que su viejo trabajo, la FSB, estaba detrás de ello. Él además dice que advirtió a los servicios de inteligencia británicos, via intermediarios, que la vida de Litvinenko estaba en peligro. La agencia de policía ignoró esta advertencia, dice - una decisión negligente que permitió que un escuadrón de la muerte rusa lo matara.

Karpichkov además afirma que un diplomático ruso con sede en la embajada de Rusia en Kensigton, al oeste de Londres, estaba involucrado en la operación Litvinenko y murió misteriosamente después.

Los tres hombres que presuntamente envenenaron a Litvinenko -Andrei Lugovoi, Dmitry Kovtun y Vyacheslav Sokolenko-, son todos antiguos miembros de la Novena Dirección de la KGB. De acuerdo con Karpichkov, otros departamentos de la KGB consideraron a los "niners" como un poco más que simples guardaespaldas, proporcionando protección a altos funcionarios del Kremlin. Él cree que alguien más -una cuarta persona no identificada- voló a Londres para planear el envenenamiento de Litvinenko. Entonces volaron de nuevo. "Es un proceso muy sofisticado. Ellos habrían necesitado a alguien con cerebro", explica.

Estos días Karpichkov intenta mantener un perfil bajo. Escribe, se mantiene en contacto con los acontecimientos en Rusia y se desvanece una y otra vez sobre viajes misteriosos cuyos objetivos se niega a explicar. Pero, sospecho, nunca es capaz de relajarse.

Como era de esperar, agentes rusos que trabajan en la embajada de Londres mantienen un ojo sobre él, dice. Ha habido amenazas anónimas de muerte, escuchas y carros con placas diplomáticas estacionados repetidamente afuera de su piso en Londres. Los viejos hábitos de recelo son difíciles de sacudir.

Después de nuestro encuentro en Marble Arch, vamos a un cafe cercano; Karpichkov, sin embargo, sospecha que alguien sentado en la próxima mesa está escuchando; nosotros salimos y paseamos entre los árboles de Hyde Park. Karpichkov está exiliado pero ahora tengo la sensación de que incluso después de una década en Londres tiene que vivir con las reglas de Moscú -aceptar que nunca será capaz de relajarse plenamente, u olvidar sus viejos instintos y entrenamiento en contra. Nosotros intercambiamos emails por un periodo de varios meses después de nuestro primer encuentro. Resulta que Karpichkov conoce una cantidad enorme: sobre las turbias ventas de armamento ruso en el extranjero, por ejemplo. Es inteligente, y un analista de primera clase -pero, por supuesto, no tiene a nadie a quien reportar.

Karpichkov dice que no está de "ningún modo asustado". Pero confiesa que está ahora cansado del extenuante mundo del espionaje, y preocupado por la seguridad de su esposa y sus hijos mayores. Me da la impresión de que su historia tiene poco que ver con las fantasías glamorosas de James Bond. Es más similar a la del universo monótono, amoral de John Le Carré, con su falta de héroes, y el ambiente de lento y psicológico desgaste.

¿Y qué de los rusos ricos comprando instituciones británicas? Chelsea FC, Waterstones, the Evening Standard y periódicos independientes son ahora propiedad de rusos saludables. Karpichkov es mordaz sobre Alexander Lebedev, el multimillonario magnate de la prensa británica, quien trabajó como espía de la KGB en Londres durante el periodo de Gorbachov. El hijo de Lebedev, Evgeny, adquirió la ciudadanía británica en 2010 y vive en Londres. "Lebedev finge ser un liberal en Rusia", dice Karpichkov. "Pero tenemos un dicho de que él nunca orina contra el viento". El viento, por supuesto, es Putin. Putin, por su parte, es seguro para ganar la elección presidencial de Rusia el próximo mes, a pesar de las grandes protestas contra su gobierno desde la caída de la Unión Soviética. Hasta ahora ha hecho pocas concesiones a sus detractores, a quienes ha tachado de títeres occidentales.

En cuanto a Karpichkov, su solicitud de asilo fue rechazada por las autoridades, y fue solo en 2010 que finalmente obtuvo un pasaporte británico y permiso de residencia, una década después de que arribara a los UK.

Karpichkov dice que está impresionado por el modo en que el M15 intentó deportar el último pasado a Katia Zatuliveter, la asistente parlamentaria de 26 años, y amante del Liberal Demócrata Mike Hancock. Theresa May acusó a Zatuliveter de espiar para Moscú, e intentó deportarla sobre la base de que era una amenaza para la seguridad nacional. "Se veían como estúpidos aficionados pequeños", dice del M15, que falló para convencer a un tribunal especial que Zatuliveter estaba enviando secretos británicos a Moscú. "Si tú estás intentando probar un caso, necesitas tener una fuerte evidencia", dice, agregando que no cree que Zatuliveter fue alguna vez una "clásica agente". Él tampoco cre que ella estaba en la nómina de sueldos de la FSB, o la SVR, el servicio de inteligencia exterior de Moscú. (Los dos organismos son feroces rivales, con la FSB autorizado por Putin para conducir su propias misiones secretas -y asesinatos- en el extranjero).

Nos separamos en Hyde Park. Nadie parece haber estado persiguiéndonos. No hay figuras acechando detrás de los árboles. Pero echo una mirada sobre mi hombro, por si acaso.

Traducido del inglés. Publicado por Luke Harding en The Guardian.


Escrito por

Edwin Chávez

(Post)estructuralista, narrador sci-fi, cuentista metaliterario, pixel-prototipeador, {css: lover}, poeta [01]nario.


Publicado en

Redacción mulera

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