Por Daniel Riglos

El humo se ve desde muy lejos. Conforme nos acercamos al lugar del incendio, las nubes negras que salen de Mesa Redonda oscurecen la tarde. Una vez que estamos en medio de las galerías, los charcos de agua empapan las zapatillas, el humo se mete por los ojos, el olor a plástico quemado se impregna en la ropa y se nos hace muy difícil respirar, pero un eventual chorro de agua que escapa de los camiones cisterna nos alivia.

En medio del tumulto, en el cual se confunden bomberos, policías y periodistas, nos encontramos nosotros. Buscando una mejor locación para registrar lo que ocurre, encontramos una entrada abierta a una de las galerías que se encuentran frente al edificio en llamas. Entramos y corremos por las escaleras, a media luz, hasta llegar al techo, desde donde se puede ver todo lo que sucede. Más cerca, y estaríamos rodeados por el fuego.