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La revolución egipcia: aún inconclusa, un año después

Publicado: 2012-01-25

Por Liliana Michelena

El 25 de enero de 2011, 30 mil ciudadanos egipcios tomaron la Plaza Tahrir, en El Cairo, para exigir la salida del presidente Hosni Mubarak, que llevaba casi 30 años en el poder. El Día de la Ira marcó el inicio de la Revolución egipcia; una manifestación en demanda de libertad política, mejoras en la economía y el fin de las violaciones de derechos humanos. Un año después, ¿cuál es el saldo parcial de una revolución que aún no termina?

Desde la renuncia de Mubarak, el 11 de febrero del año pasado, Egipto está gobernado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, con el mariscal Mohamed Hussein Tantawi —antiguo ministro de Defensa y Producción Militar— a la cabeza. Esta semana, el parlamento egipcio sesionó por primera vez, con 47 por ciento de escaños ocupados por Libertad y Justicia —partido de los Hermanos Musulmanes— y 24 por ciento por el partido fundamentalista Al Nour.

Pero, más allá de las demandas políticas cumplidas, como las elecciones parlamentarias de noviembre pasado, la elección de un nuevo presidente en junio próximo y la promesa de una nueva constitución, muchas otras reformas siguen en punto muerto, como el fin de la represión. Hoy que Egipto se reúne para celebrar la revolución, muchos se preguntan: ¿Cuál es el futuro de esos reclamos? ¿Qué pasó con los movimientos juveniles liberales que iniciaron los levantamientos?

Statu quo

New York Times recogió el testimonio de jóvenes egipcios, que relizaron un recuento de las promesas de la Primavera Árabe, y concluyeron que hay un nuevo Egipto en construcción, pero no como lo esperaban.

Omar el-Shamy, joven activista, señala que muchos de ellos se negaron a participar en unas elecciones parlamentarias porque aún observan vestigios de la administración Mubarak en la Junta Militar: "¿Por qué les permitimos hacer elecciones, si no estamos de acuerdo con lo que hacen?".

En conversación con LaMula.pe, Farid Kahhat, analista internacional de la PUCP, explica que no es inusual que, en una revolución, no sean quienes la iniciaron los que cosechen los frutos, y consideró un error el boicot a las elecciones parlamentarias de parte de los jóvenes seculares:

Subestimaron el poder gravitacional para la población de las primeras elecciones competitivas en la historia del país. La otra parte fue dividida. Eran movimientos jóvenes que no cuajaron en una fuerza política unificada.

Pese a la baja representación en la Asamblea del Pueblo —Kahhat estima un 25 por ciento de "fuerzas afines"—, la juventud está preocupada por cómo terminará la revolución, pero orgullosa de ella: "Solo conseguimos derribar a Mubarak, pero rompimos la barrera del miedo y lo encerramos", manifiesta Gigi Ibrahim, joven manifestante, a Foreign Policy.

Más divisiones que consensos

Los musulmanes ocupan casi el 75 por ciento del parlamento a través de dos partidos políticos: Libertad y Justicia, de los Hermanos Musulmanes, y el fundamentalista Al Nour, financiado por Arabia Saudita. Sin embargo, si bien el segundo grupo es más radical que el primero, Kahhat explica que también hay matices dentro de la organización de los Hermanos Musulmanes:

Son una fuerza política con muchas divisiones internas, y no hay unidad de criterios sobre una diversidad de temas. Por ejemplo, el rol de las mujeres en la política. Hay quienes creen que el presidente de la República debe ser un hombre musulmán, pero esa no es una posición de consenso. A diferencia del partido Al Nour, donde probablemente sí haya consenso alrededor de ese tema.

Los jóvenes seculares acusan a los musulmanes de mantener el statu quo. Para el analista internacional, la alianza de los Hermanos Musulmanes con las Fuerzas Armadas es solamente de conveniencia política, y la imagen de los militares "no es todo lo mala que merecería ser":

Controlan buena parte de la economía, reciben 1.300 millones de dólares de ayuda militar de los Estados Unidos cada año y no rinden cuentas por ese dinero, y quieren que todo eso siga así. Más bien, eso es un obstáculo para la democratización, porque, finalmente, serían Fuerzas Armadas bajo control civil.

Creo que usaron las movilizaciones para desembarazarse de Mubarak, un líder ya poco menos que senil, que, además, rompiendo una larga tradición desde el año 52, quería heredar el poder a su hijo, que, a diferencia de todos los presidentes desde 1952 hasta Mubarak, habían sido militares en actividad o en retiro. [...] Los militares no obstaculizaron la caída de Mubarak, pero, una vez que cayó, están haciendo todo lo posible para seguir con las prerrogativas que tienen.

Kahhat agrega que, aunque ellos van a aceptar los resultados de las elecciones generales, "no van a ceder el control de su presupuesto y sus empresas, ni van a tolerar que los enjuicien por temas de derechos humanos. Esto puede cambiar por el tiempo, pero, por ahora, ellos tienen la sartén por el mango".

Por ahora, la Junta Militar ha decretado el fin del estado de emergencia (vigente desde 1981), y asegura que dejará el poder el próximo 30 de junio, cuando se conozca al ganador de las próximas elecciones presidenciales.

¿Qué sigue en Egipto?

A diferencia de la perspectiva en países árabes de menor relevancia internacional, como Túnez, Kahhat opina que lo que está ocurriendo en Egipto "no es una transición clara hacia la democracia, pero, en todo caso, esto no ha terminado":

Por ahora, los Hermanos Musulmanes han hecho una alianza tácita con los militares, pero esa alianza durará lo que crean que es políticamente conveniente. Según la conveniencia podría cambiar.

[...]

Creo que en los próximos meses habrán indicios claros de si los Hermanos Musulmanes buscan alianzas con sectores laicos de la sociedad egipcia o con sectores islamistas radicales. Mi presunción es que lo más probable es que busquen alianzas con sectores más liberales de izquierda. Por una cuestión de cálculo político tal vez que no se decanten por una alianza que haga el régimen de excepción más radical.

El partido Libertad y Justicia no presentará candidato para las próximas elecciones, en las que compiten por la presidencia el ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica, Mohamed el-Baradei, y Amr Musa, relacionado al gobierno de Hosni Mubarak. Kahhat no ve mayor diferencia entre ambos candidatos, pero indica que El-Baradei sería "menos proclive a condescendencias con militares y conservadores".

Kahhat añade: "La mayoría de árabes ve como modelo a seguir el modelo turco, no el iraní. Entonces, hay razones para un optimismo moderado".


Escrito por

Liliana Michelena

Periodista. Futbolista. It\'s in my blood.


Publicado en

Redacción mulera

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