ya acabó su novela

Foto: Rubén Grández / La República

Krav Magá, defensa personal por excelencia

Publicado: 2012-01-12

La inseguridad en las calles es una problemática que preocupa día a día a los ciudadanos que, frente a las reales amenazas de peligro, optan por tomar medidas cautelares. Algunos eligen portar armas como cuchillos o pistolas; otros, solo su cuerpo a través del Krav Magá, la técnica de combate israelí usada por los militares como defensa personal.

En la crónica de Juana Avellaneda para el diario La República, la periodista cuenta cómo las personas que han optado por esta disciplina lo han hecho a raíz de una experiencia fuerte con la delincuencia, ya sea robos de vehículos, asalto a mano armada, entre otras. Según comentó el profesor de la clase, Henry Ishibashi, el Krav Magá "consiste en defenderte como puedas, pero tampoco tienes que quedarte a pelear". Además, agregó que una persona puede tener "buenas nociones del arte personal" a los ocho meses de haber empezado el entrenamiento.

A continuación, la crónica de Juana Avellaneda sobre la técnica de defensa personal, Krav Magá:

Un hombre de corte marcial, nariz pequeña y ojos jalados será el responsable de enseñarnos, durante una clase de autodefensa, cómo pelear contra la delincuencia. Su nombre es Henry Ishibashi, cinturón negro en karate, aikido y, por si fuera poco, experto en la técnica de combate israelí usada por los militares: el Krav Magá. “Es la única técnica reconocida mundialmente como defensa personal, no como arte marcial. Prepara a la persona a reaccionar ante cualquier tipo de agresión, con arma o sin ella, golpeando a los puntos sensibles. Aquí vale de todo: escupir, morder, codear, pellizcar,  patear, dar golpes bajos”, explica Ishibashi con dejo oriental.

Entramos al gimnasio en el que entrenan siete alumnos descalzos, vestidos de blanco. Se mueven con gran rapidez y lanzan ganchos como verdaderos profesionales. Entonces Ishibashi da una palmada como símbolo de que ha empezado la clase. Hacemos una reverencia a Kido, el gran maestro, y casi enseguida empezamos con los ejercicios de calentamiento: puños a la altura de la cara, pie izquierdo adelante, pierna derecha atrás. “A la cuenta de uno: golpea izquierda; a la cuenta de dos: golpea derecha. Repitan la serie diez veces”, ordena el instructor. Trato de copiar los  movimientos que hace Jennifer van Brunschot, una chica de ojos verdes que practica esta disciplina desde hace dos años. “Desde que estoy en esta clase me siento más segura en la calle”, me dice.

Jen, como todos la llaman, tiene 34 años y es administradora de una empresa familiar ubicada en el Cercado de Lima. Se inscribió en el curso después de que intentaron robarle su auto mientras regresaba a su casa. Estaba parada a la altura del puente Caquetá cuando un sujeto apareció de la nada y le rompió las lunas del auto. “¿O me peleo o dejo que me roben? No, me peleo, me dije. Te juro que sin saber Krav Magá le jalé los pelos y lo agarré a puñetazos. Me robó todas mis cosas, pero igual le saqué la michi”, recuerda con pica. Y ahora que sabes defenderte, ¿qué harías si se te acerca un ratero? “Lo mato o lo desmayo”, responde, convencida. A su lado, su esposo Cristian Pellegri no deja de entrenar. “Para los que buscan algún tipo de defensa personal, el Krav es lo ideal. Te pone en situaciones reales y te ayuda a saber cómo va a reaccionar tu cuerpo en situaciones de peligro”, comenta quien se define a sí mismo como un fanático de las artes marciales.

¿Usas algún tipo de arma?, le pregunto a su esposa. “Sí, tengo un cuchillo en mi carro que todavía no he usado. Más adelante quizá tenga una pistolita”, responde. ¿Qué opinas de la gente que le dispara a delincuentes en legítima defensa? “Está bien si la situación lo exige”, dice. Entonces el instructor grita que nos coloquemos en “posición de base”. Enseguida añade: “Cuento uno, golpea izquierda, cuento dos, golpeo derecha, circular, circular, gancho, gancho, retroceso”. Mientras trato de seguirles el paso, Ishibashi se ríe disimuladamente. Luego se coloca unos guantes rojos y me separa del grupo para enseñarme a golpear. “Hay que fortalecer esos brazos. Usted es amateur y aquí todos son cinturón naranja. Eso quiere decir que estamos en una clase avanzada”, dice.

¿En cuánto tiempo uno está listo para defenderse?, le pregunto. “Eso depende básicamente de la constancia, voluntad y motivación del alumno. A todos les enseño por igual. Calculo que en un promedio de 8 meses mis alumnos ya tienen buenas nociones del arte personal”, asegura. Pasado el tiempo de entrenamiento ordena un descanso. Algunos aprovechan para revisar su estatus de Facebook, mientras otros solo beben litros de agua helada.

En un rincón del gimnasio, Pedro Nunura Sáenz, de 29 años, se limpia el sudor de la frente con una toalla. Se inscribió en octubre del 2010 luego de que un delincuente lo encañonara con una pistola mientras vacacionaba en Ica.

“Estaba caminando de regreso a mi hotel y en eso un tipo apareció y me apuntó con una pistola. En ese momento me quedé totalmente en blanco. Solo atiné a entregarle mi billetera. Mi vida vale más que 20 soles”, cuenta.

¿Si hubieras sabido Krav Magá, qué hubieras echo? “Siendo honesto, al tener una pistola encima es muy difícil. Con un cuchillo, tal vez, sería más fácil enfrentarlo. Pero dejarme matar por un par de soles, no. Eso lo tengo clarísimo”.

Pedro es ingeniero industrial y viene dos veces por semana a practicar el Krav Magá. Actualmente trata de convencer a sus padres para que lo acompañen.

Liberados de un cogoteo

Ha llegado la hora de simular un acto de cogoteo, tan popular en cualquier rincón de nuestra ciudad. Entonces nuestro maestro coloca sus brazos alrededor de mi cuello e intenta estrangularme. Cada pareja hace lo propio en la clase. “La reacción aquí es muy simple. Tienen que usar sus manos que están libres para lograr separar las manos de su oponente. Una vez que lo han logrado, jalen con toda su fuerza y hacia diferentes direcciones sus falanges. En ese momento, su adversario los va a soltar y es en ese instante cuando tienen que patearlo. Ustedes ya saben qué parte”, explica serio. ¿Y después qué sigue?, pregunto. “Si tienen la oportunidad: corran. El Krav Magá consiste en defenderte como puedas, pero tampoco tienes que quedarte a pelear”, responde.

Ishibashi asegura que gracias a los movimientos sencillos y rápidos de esta disciplina uno puede librarse de cualquier ataque. Para demostrar lo que afirma, saca de su mochila una Pietro Beretta de 9 mm. “No se asusten, es de mentira”, dice. Luego le pide a su alumno Sandro Takayama que haga el papel de víctima. Todos observan atentos la explicación del experto: “En primer lugar es esencial que mantengan el autocontrol, tanto de la mente como del cuerpo. Si los tienen encañonados por la espalda, miren, sin girar totalmente el cuerpo, hacia atrás. Tienen que saber en qué mano está el arma para voltear en dirección contraria y meterle un codazo en la cara para cegarlo mientras sostienen su brazo para evitar que el malhechor les dispare”. Ojo: esto solo lo hacen quienes conocen ampliamente las técnicas y siempre se analiza si la situación lo amerita.

Todos aplauden la hazaña de Henry Ishibashi, que logra escapar de cualquier situación de peligro usando las sencillas técnicas que enseña en su academia Krav Magá Perú. Para terminar la clase le pedimos que nos enseñe cómo evitar un ataque sexual. A falta de voluntarios, el instructor me pide que me recueste boca arriba y que luego separe las piernas.

Entonces mi supuesto agresor intenta estrangularme por segunda vez en el día. “Tus dedos y tus piernas se convertirán en tu mejor arma para evitar esta situación.  Una vez que me hayas enceguecido con los dedos, patéame con toda tu fuerza en el rostro y luego huye”, me dice como instrucción final. Sigo las indicaciones al pie de la letra y escapó. Entonces Henry Ishibashi da una palmada para que todos los curiosos que se han asomado a la puerta se vayan. Enseguida hace una reverencia al gran maestro Kido y nos despide. Ha llegado la hora de irse.


Escrito por

Claudia Chávez

@ClaudiaPollo Estudio Periodismo


Publicado en

Redacción mulera

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