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El misterio de los "No Contactados"

Publicado: 2011-08-19

Por Martí Quintana

Quito, (EFE).- Los Tagaeri y Taromenane son dos pueblos aborígenes no contactados de la Amazonía ecuatoriana, cuya misteriosa existencia, aislada del mundo, alimenta historias, fábulas y relatos de lo más profundo de la selva.

Se desconoce el número de habitantes que forma cada uno de estos pueblos y, de hecho, algunos investigadores consideran que los Tagaeri desaparecieron, mientras que existen otros grupos desconocidos en la frontera con Perú.

Sin embargo, esos dos pueblos son famosos por su bravura y por defender sus territorios con fiereza ante injerencias externas.

"Se encontró un cadáver en 2005 con 35 lanzas clavadas, era un maderero ilegal. Con esto quieren probar algo, este es su lenguaje y su forma de decir que están hartos" de las amenazas de la llamada modernidad, explicó a Efe Miguel Ángel Cabodevilla, un misionero español que ha investigado desde hace 27 años a los pueblos no contactados en la Amazonía de Ecuador.

Tagaeri y Taromenane tienen entre sus principales amenazas a la industria maderera, a otros pueblos indígenas de la zona como los waoranis o los kichwas amazónicos, a los visitantes indeseados que traen enfermedades y al apreciado petróleo que yace bajo sus territorios, indican ecologistas y expertos.

La Constitución ecuatoriana de 2008 defiende los territorios de estos "pueblos en aislamiento voluntario" y asegura que la violación de sus derechos "constituirá delito de etnocidio", pero para varios sectores de la sociedad civil y política, las amenazas persisten.

Cada año aparecen informaciones de indígenas muertos, de colonos heridos con lanzas y de reyertas entre tribus, pero siempre inexactas, pues el informante de la selva tiende a la exageración, explicó Cabodevilla.

"Hemos escuchado docenas de relatos waoranis, que siempre te cuentan 'trolas', porque los waoranis son los grandes fabuladores", señaló el misionero, reconocido como uno de los principales historiadores de pueblos no contactados.

Establecer relación con los Tagaeri o los Taromenane no es fácil, aunque algunos indígenas se han topado con ellos "en el monte y han cazado y conversado de una forma más o menos hostil", dijo.

De hecho, el misionero expresó no haber hablado nunca directamente con un no contactado y solo conoció, a principios de los noventa, a una muchacha superviviente del clan Taga.

Los conocedores de la selva afirman que los no contactados tienen ley propia: la caza y la guerra, el amor por la naturaleza, el puntual pacto entre clanes e incluso el robo de mujeres para la continuidad del grupo.

"Mi abuelo se crió con ellos porque a los ocho años le mataron al papá. Luego regresó y sabía el idioma y todo", explicó el kichwa amazónico Silverio Yumbo, guía turístico del Yasuní.

"Waoranis secuestraron a mujer Tagaeri y al devolverla vestida como 'wao' moderna ellos mataron al hijo del guerrero con lanza de 3 metros", dijo en un entrecortado español el waorani Gayaque Enqueri.

Para el misionero español, son relatos que mezclan novelería y verdad, pues la imaginación y el paso del tiempo desdibujan enormemente el cuento.

Cabodevilla apuntó que hasta no escuchar "al menos de tres a cinco relatos", no se puede "escribir una hipótesis" en la selva.

En lo que sí coinciden indígenas e investigadores es en las señales con los que Tagaeri y Taromenane marcan la selva para delimitar territorios, zonas de caza o situaciones en el grupo.

"Pueden dejarte un pajarito clavado en un árbol, un regalo o lanzas cruzadas en el camino", relató Cabodevilla.

"Cuando llegamos a una señal debemos silbar con sonido de animal, de mono chorongo, para saber si nos dejan entrar en su territorio", añadió Yumbo al apelar a uno de esos relatos que se han transmitido de boca a oreja por generaciones.

Entre el límite de la verdad y la ficción, el miedo y el respeto ante los pueblos no contactados permanecen incólumes: "Cuando vamos en territorio suyo de caza, tenemos que desnudarnos para que no nos confundan con colonos", afirmó el waorani Samuel Omaca.

"Es frecuente la llegada de Taromenane a las casas de los waorani. Les dejan algún pajarito o les roban algo. Los waorani tienen miedo de sus niñas, de que se las vayan a robar", añadió Cabodevilla.

Mientras existan estos pueblos, se forjarán fábulas a su alrededor con las que se enriquece la milenaria cultura amazónica.

"Galápagos es el gran tesoro del Ecuador y todo el mundo dice que hay que proteger este santuario. Y hay dos o tres técnicos por cada huevo de tortuga. Mientras tanto, Ecuador tiene una selva amazónica con un tesoro ambiental, cultural e histórico fantástico que lo están exterminando", criticó Cabodevilla.


Escrito por

Esteban Valle-Riestra

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Publicado en

Redacción mulera

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