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Prisioneros de la tuberculosis

Publicado: 2011-06-27

En el Perú, un preso tiene cerca de veinte veces más posibilidades de enfermarse de TBC. Esto debido a que nuestras cárceles están dentro de las 10 más tuberculosas del mundo, tal como Suazilandia o Zimbabue en África. El hacinamiento es la causa de esta grave situación.

Pero, ¿acaso se trata de un problema sólo para un determinado grupo social? Pues, no. El periodista Rafael Vereau Gutierrez, revela en un reportaje para la revista virtual Infos del IPYS, que la población del penal es móvil y por lo tanto también la enfermedad. Al entrar y salir las visitas de los recintos penitenciarios y al liberarse presos se extiende este riesgo para la salud de todos. En la actualidad, los penales se han convertido en focos nacionales de contagio.

Aquí te dejamos este completo reportaje sobre el tema:

Prisioneros de la tuberculosis

Pabellón de “No Adherentes” en Lurigancho. Aquí se encierra a los internos con tuberculosis MDR y aquellos que se niegan a recibir el doloroso tratamiento. La TBC es altamente contagiosa y las autoridades del penal tienen que aislar del resto a los que contagian y a quienes no resisten más y prefieren la enfermedad a la medicación.

Máximo Aparco Huincho sólo tiene un pulmón y se cansa al hablar. Durante la conversación, y tratando de disimularlo, escupe algo rojizo a un costado.

–Se llama broncoesctacia, es la secuela no más – dice para tranquilizar–. Cada vez que hago un esfuerzo una venita se abre y sale sangre un poco.

En un muro derruido frente al Hospital Hipólito Unanue de Lima, me encuentro con la tercera parte de lo que, según Máximo, alguna vez fue su persona. “Hay que ser recontra guerrero para poder resistir” es su muletilla durante la charla.

Sobrevive clandestinamente, cuidándose del estigma, sin revelar a nadie su condición de ex tuberculoso, recién desde el 2008, que asiste a su control mensual obligatorio de por vida.

Limpia carros en la avenida Andahuaylas y a veces tose temiendo la recaída. Pero hay historia detrás de su tos: como miles de limeños, se contagió de TBC en la cárcel. En 1992, el Régimen Especial Cerrado de Castro Castro -creado por el gobierno fujimorista- sumado a una pobre alimentación, maltratos y hasta tortura, lo dejaron vulnerable al Bacilo de Koch en una de sus formas más terribles: TBC – MDR(Multi Drogo Resistente).

MDR significa Multi Drogo Resistente y Máximo no olvidará jamás su significado: tuvo que ingerir más de 50 mil pastillas y soportar cerca de 2500 inyecciones durante más de 7 años de tratamiento.

SENTENCIA EN SUAZILANDIA

Máximo es otra víctima del sistema penitenciario peruano, donde la tuberculosis es sólo otra sentencia. En el Perú, la tasa de morbilidad en prisiones es altísima: en 2009 fue de 2,753.22 por cada 100 mil habitantes. Es decir, por cada mil presos, 27 tienen tuberculosis. Para tener una mejor idea del alto riesgo, miremos el promedio peruano de morbilidad: 108.3. Esto quiere decir que en prisión un peruano tiene cerca de veinte veces más posibilidades de enfermarse de TBC.

De hecho, si las prisiones peruanas fueran una ciudad, estarían entre las 10 más tuberculosas del mundo. Al mismo nivel, o peor, que países africanos como Suazilandia o Zimbabue.

Como es fácil de intuir, esto se debe al hacinamiento carcelario. El Instituto Nacional Penitenciario (INPE) informa la crítica situación: en los últimos 9 años, el crecimiento de la población penal ha sido exponencial. Pasó de 27 mil 417 internos en el 2002 a 47 mil 726 en abril de este año. En el 2002 las cárceles peruanas habían llegado al límite de sus capacidades. En la actualidad, lo han sobrepasado y albergan a 20 mil reclusos más de lo que sus instalaciones pueden. El bacilo de Koch es un interno más.

El mejor ejemplo de este desborde carcelario es el penal de Lurigancho, con capacidad para 3 mil internos y que, hasta el año pasado, albergaba a 7 mil. Situación similar se vive en otras prisiones:

Pucallpa. Capacidad: 484 presos. Población: 1,565.

Ayacucho. Capacidad: 644. Población: 1,894.

Callao. Capacidad: 572. Población:  2,001.

Pero los reos son sólo una parte del problema. Las prisiones son focos infecciosos para toda la ciudad gracias a la “población puente”, que circula entre ellas. En las cárceles trabaja el personal de custodia, de salud, los técnicos y los obreros.  Además, cada prisionero tiene un promedio de tres visitas a la semana: miles de personas que entran y salen de los establecimientos después de tener un contacto directo con los internos. Entre todos, las relaciones intra y extramuros ofrecen las condiciones ideales para la transmisión de la TBC.

La situación no se limita a los 46 mil internos que actualmente están presos en Perú. Esa es, por decirlo de alguna manera, la foto del momento, la instantánea. Máximo Aparco es un ejemplo de la verdadera dimensión del problema: la población penal es móvil. No solo las visitas entran y salen, sino también los internos mismos. Según el INPE, este año circularán unas 60 o 70 mil personas por el sistema, pues todos los días llegan nuevos casos y, claro, se libera gente. Como Máximo.

FOCOS NACIONALES DE CONTAGIO

La Sub Dirección de Salud del INPE indica que la presencia de la tuberculosis en los penales se ha venido incrementando. Como se ve en el cuadro, en 2004 se habían detectado 503 casos y al 2009 habían 1053, con tendencia al alza.

Para el control del letal contagio, la OMS ha recomendado brindar un espacio saludable con ventilación y luz natural (el sol combate el bacilo) y, sobre todo, también combatir el hacinamiento insostenible (73.42%) de nuestras cárceles. Además, insiste en la necesidad de ofrecer una buena alimentación a los internos para que puedan tener resistencia a la enfermedad y, especialmente, al severo tratamiento.

Un infectado con el bacilo de Koch en su modalidad MDR -como Máximo- puede necesitar un cóctel de hasta 27 pastillas diarias y una inyección intramuscular diaria durante dos años. Muchos de los pacientes no soportan el dolor de las jeringas diarias ni las náuseas del cóctel químico y detienen el tratamiento. En Lurigancho, como se ve en la fotografía conseguida por Infos, se ha habilitado  una sección especial para los infectados con MDR y para los que se niegan a continuar con la medicación. Son encerrados en pequeñas celdas, aislados de todos los demás, prisioneros dentro de otra prisión.

El penal de Lurigancho no sólo aparece en especiales de las cárceles más peligrosas del mundo, sino que también es uno de los más hacinados. En sus recintos alberga alrededor del 70% de la población afectada por el TBC en prisiones. Tengamos en cuenta que Lurigancho ha excedido su capacidad de albergue en más del 200% desde hace años y esto convierte al penal en un verdadero foco infeccioso nacional. Miles de personas encerradas, miles entrando, miles saliendo, esparciendo la infección por el país.

Eso no es todo. Los casos de TBC-  MDR también vienen en aumento. De 6 casos en el 2004, se pasó a 41 el año pasado. Todos los MDR son inmediatamente trasladados al Pabellón de “No Adherentes”.

Actualmente, en Lurigancho, existe un nuevo pabellón exclusivo para enfermos de TBC y VIH. La clínica es, hoy en día, un centro modelo para el control de la tuberculosis en los penales de Latinoamérica y un lugar a donde vienen profesionales de otros países a capacitarse. Sin embargo, la sobrepoblación del penal excede los esfuerzos de los médicos y de los internos voluntarios que ayudan en la clínica.

Para el subdirector de Salud del INPE, el doctor José Best, la solución más inmediata sería la construcción de nuevas cárceles que reemplacen a las antiguas, que ya no son salubres y carecen de la ventilación adecuada. Todo esto sumado a un trabajo conjunto con el ministerio de salud en los respectivos niveles (locales y regionales).Además, asegura Best, se debe acelerar los procesos judiciales: el 60% de los internos ni siquiera ha sido sentenciado. Otra opción es el indulto humanitario para mayores de 65 años que tengan TBC, para que sus familias los puedan cuidar y no tengan que esperar -contagiando por varios años- como es  el caso de José Canta Chiroque, quien sufría un cuadro de tuberculosis terminal y falleció el día de su indulto el pasado 18 de enero.

LA CONSPIRACIÓN DEL SILENCIO

Máximo Aparco Huincho se ha resignado a ser un luchador. Personajes como él, tienen un doble estigma: su condición de ex presidiario y su condición de ex tuberculoso. “Ni pareja puedes tener“, confiesa. Fue discriminado en varios centros de salud, además de sufrir desalojo y despidos. La historia de Máximo es la historia de miles de peruanos.

José Best cree que “la sociedad sigue mirando a la prisión con una mirada muy estigmatizante y muy discriminadora. Si no se vincula lo de adentro, lo que pasa en los centros penitenciarios, con lo que sucede afuera no se va a tener buen impacto. Un ex reo que sale libre sufre estigmatización por su condición de ex presidiario. Así es muy probable que no haga su tratamiento y empiece a contagiar”.

La discriminación está tan arraigada que, a veces, puede venir de los mismos pacientes. La Sub Dirección de Salud del INPE brinda consejerías sicológicas a aquellos pacientes de TBC que lo deseen, pero aún son cifras muy pequeñas. El año pasado, en Lurigancho, sólo 7 habían solicitado consejería.

Para Best hay “una conspiración del silencio”. “Oficialmente, la TBC en las prisiones peruanas no es un problema de salud porque no se le reconoce como tal, porque no existe la información y así no se avanza. Por ejemplo, en Chile, ya se han dado cuenta que la lucha contra la TBC no avanza más porque el problema en sus cárceles no se ha solucionado. Y han empezado a tomar medidas al respecto.”

“Producto de esta injusticia”, reclama Máximo, “un montón de pacientes recaemos, salimos de alta, recaemos, volvemos a salir, recaemos, y como es contagiosa esta enfermedad se va haciendo una cadena. Entonces no hay prevención. Hay un descuido por parte del Estado. Eso es lo que está pasando”.


Escrito por

Rafael Ponce A.

Periodista, videasta y salsero. Director en La Receta Política.


Publicado en

Redacción mulera

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