El miércoles 11 de mayo de 2016, el Senado de Brasil decidía iniciar un juicio político contra Dilma Rousseff, la primera y única mujer en su historia que llegó a la Presidencia de la República. El primer paso de lo que muchos calificaron como un golpe que culminaría con su destitución meses después.

Pero ese mismo miércoles, a miles de kilómetros de Brasilia, el entonces diputado Jair Bolsonaro era 'sumergido' en las aguas del río Jordán por el pastor y líder del Partido Social Cristiano (PSC) Everaldo Dias Pereira, lo que supuso su 'bautismo' y conversión a la religión evangélica. Un acto que, por pintoresco, no podía excluir la reivindicación de su segundo nombre: Messias.


Jair Messias Bolsonaro se encuentra hoy a un paso del Ejecutivo brasileño cosechando los frutos que aquella surrealista puesta en escena significaría en cuestión de votos dos años después: el apoyo evangélico en un país con más de 6.000 templos, un quinto de congresistas que manifiestan dicha fe de modo fundamentalista al igual que casi un 30% de la población.

Quizá sea este mapa el que permita entender por qué tras quedar en segundo lugar en las elecciones presidenciales del pasado 7 de octubre, el candidato que lo enfrentará en el segundo turno, Fernando Haddad, no ha logrado aglutinar al resto de fuerzas democráticas del país frente a la amenaza fascista que supone el triunfo del excapitán del ejército. Un caso que recuerda a la Francia del 2002, cuando Jacques Chirac obtuvo en la segunda vuelta más del 80% de los votos ante el temor de darle el Palacio del Elíseo a Jean-Marie Le Pen.

Pero es que hoy no es 2002, Haddad no es Chirac, Brasil no es Francia y los votantes del gigante sudamericano que están a punto de hacer a Bolsonaro presidente tienen un arma que por infalible resulta peligrosa: su credo por encima de todo.

"Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos", es el eslogan con el que Bolsonaro -un diputado que hasta hace solo unos años era conocido por su improductividad en sus dos décadas como parlamentario con solo dos leyes aprobadas-, ha logrado posicionarse como presidenciable y que no puede dejar de ser comparada con aquella de "Alemania por sobre todo" que en la primera mitad del siglo pasado Hitler hizo calar en Europa. ¿Está el fundamentalismo nazi lejos del fundamentalismo religioso-nacionalista que hoy promueven los seguidores del brasileño?

Si bien el rechazo al Partido de los Trabajadores (PT) y la decepción generalizada de la clase política puede explicar el apoyo hacia un outsider semejante, el bolsón evangélico del que hoy presume es sin duda el pilar de su ascendente carrera al Palacio de Planalto. ¿Pero cómo lo obtuvo?

Desde hace años en Brasil, como en el resto de la región, las iglesias evangélicas han buscado extender sus influencias hasta la política para obtener poder suficiente que les permita impedir cualquier tipo de iniciativa a favor de derechos de poblaciones vulnerables que vayan en contra de sus dogmas. Candidatos más o menos moderados como Marina Silva no lograron catapultar sus demandas hasta lo más alto del debate electoral, e incluso la misma Dilma fue favorecida en su última campaña por el voto de este sector. Sin embargo, hoy parece que lo que realmente necesitaban era un candidato con un discurso afín a sus prédicas con cierto grado de espectáculo.

El histrionismo de Bolsonaro, que durante años hizo que se posicionara como una nota pintoresca de la crónica parlamentaria, era el gancho perfecto para lograr unificar a los sectores más fundamentalistas en una sola fuerza detrás de su candidatura. Lo único que tenía que hacer era empezar a reivindicar a 'Dios' y sumar a sus ya clásicas intervenciones machistas, misóginas y homofóbicas, posturas contrarias a la supuesta 'ideología de género' y el principio de separación iglesia-Estado.


¿Cuál será la influencia en la región de un presidente que iniciará su mandato con promesas/amenazas de convertir a un Estado laico en una suerte de Estado confesional justo cuando los evangélicos suben los últimos peldaños de llegada al poder?


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