Doña Olivia Arévalo disfrutaba ayudando a la gente. Desde chica había aprendido que hay algunos males que la medicina moderna no puede sanar pero la medicina tradicional sí. Pesadillas, depresiones, hechizos, traumas ... tienen buenos resultados con la medicina del pueblo shipibo. “Cada ceremonia de sanación es una nueva oportunidad para aprender más y fortalecer mi conocimiento para poder ayudar a las personas. Soy feliz cuando la gente se despide de mí sintiéndose mejor", decía hace un par de años.
Se refería a quienes la buscaban desde distintas regiones del Perú, de Estados Unidos, de Europa y de Asia. Muchos viajaban a la Amazonía peruana sin conocer con exactitud dónde localizarla, pero sabían que bastaba con preguntar por Panshin Beka, por mamá Olivia, la meraya, la curadora, la sabia. La mayoría quería sesiones de curación, sea cual fuere el costo en dinero y tiempo de permanencia en Ucayali, otros querían aprender a relacionarse con la naturaleza, sean iniciantes o ‘colegas’ que practican una vida espiritual. También la buscaban para entrevistarla.
Olivia era reconocida dentro de la comunidad shipibo como una gran sanadora que usa el enfoque tradicional de la medicina. Una de las primeras mujeres chamán del Perú que formaba parte de los Arévalo, una de las mayores familias de chamanes de nuestro país.
Cuando tenía nueve años su padre le brindó su primer ícaro (canto shipibo tradicional). Él cantaba mientras pasaba la pipa sobre su cuerpo. Desde ese momento ella comenzó a fumar el mapacho (tabaco sagrado usado en la ceremonia) y acompañaba a sus parientes en las ceremonias. Ella escuchaba, observaba, percibía, intuía, olía … aprendía.
A los 15 años se inició en la dieta de las plantas maestras, durante tres años, con la guía de uno de sus tíos. Tras aprender el poder de las plantas, empezó a cantar en ceremonias. Así, Panshin Beka se sumaba a la tradición familiar de sanar a las personas y se enfocó en curar a las personas con un respeto total a la tradición del antiguo shipibo. La esencia de su curación estaba conectada con el trabajo de las plantas medicinales sagradas y la dieta.
La dieta chamánica, más que un régimen alimenticio, es un proceso de reequilibrio espiritual. Su infusión les otorga la iniciación, como una sanción del alma ante una exposición mística. Debe hacerse en la naturaleza y con guía. La dieta los vuelve más receptivos y sensibles a cualquier tipo de energía.
Olivia contó que durante esta nueva etapa conoció a un chamán chaikuni, que vio en ella su gran potencial como sanadora. Él le enseñó sobre medicina y plantas sagradas.
Canto sagrado
En las clases de antropología aprendemos que el sonido se ha utilizado para la curación en muchas culturas originarias. Las canciones de plantas son una parte integral del proceso de curación. Para eliminar las energías negativas, los chamanes shipibos aplican la medicina energética que viene en forma de canción: los ícaros. El sonido es una forma de frecuencia de energía mediante el cual puede tener lugar la comunicación y la sanación.
Estos ícaros curativos forman la columna vertebral del trabajo energético durante las ceremonias. Muchas veces los cantos van acompañados de la ingesta con ayahausca para purgar las energías negativas y para llenar el cuerpo con medicina de plantas.
Olivia se hizo famosa también por sus cantos de sanación. Si bien algunos los asumían como algo folclórico o exótico, muchos de sus pacientes se dejaban llevar por su voz y su energía. Mediante su canto conectaba con la naturaleza y complementaba el tratamiento con el uso de las plantas sagradas.
La meraya quería seguir sanando, trabajando sola y con uno de sus hijos. Cada vez que llegaba a Cantagallo, en Lima, era muy buscada, y ella siempre mostraba su bondad con quienes requerían de su sabiduría. Una persona sabia que reflejaba la herencia cultural de las sociedades originarias y su estrecha relación con la naturaleza, una mujer amazónica que estaba al servicio de las personas, para sanarlas, escucharlas, orientarlas. Una indígena que –como miles de ellos– era invisibilizada por el statu quo peruano y que a los 81 años fue asesinada por un varón el pasado jueves 19 de abril. La indignación no basta. Las mujeres son vulnerables en el Perú, las estadísticas lo confirman, pero mucho más vulnerables, discriminadas y violentadas son las indígenas amazónicas y andinas.
Te seguiremos escuchando, Panshin Beka.
(Fotos: Sambo Kushi Ayahuasca Retreat)