El anuncio de Kim Jong-un de que Corea del Norte dejará las pruebas con misiles balísticos nucleares es sin duda un gesto de cara a la histórica reunión que tendrá con el presidente de EEUU, Donald Trump, en mayo o junio, y provocó reacciones cargadas de entusiasmo en la comunidad internacional, pero lo cierto es que, más allá del golpe de efecto que supone la medida, Pyongyang no ha dado muestras de querer renunciar a su arsenal nuclear. Y una mirada a su historial refuerza esa idea.
Trump tuiteó de inmediato este sábado, apenas enterado del asunto:
"Mensaje de Kim Jong-un: Corea del Norte detendrá sus pruebas nucleares y lanzamientos de misiles balísticos intercontinentales. También cerrará un sitio de pruebas nucleares en la Zona Norte del país para demostrar su compromiso de suspender las pruebas nucleares. ¡Progresos para todos!".
Sea como fuere, para Corea del Norte es quizá una concesión menor de lo que se aparente a primera vista, porque el régimen de Pyongyang ya había anunciado que mientras durara el proceso de conversaciones mantendría una moratoria sobre sus pruebas de armamento. El anuncio además busca generar aires de confianza a una semana de su esperada cita con el presidente surcoreano, Moon Jae-in, en la Zona Desmilitarizada, donde se espera poner fin a las tensiones bélicas en la península coreana.
En principio, el líder norcoreano dijo que congela las pruebas nucleares de forma voluntaria, porque siente que su país ya domina el diseño y la creación de armas atómicas, y aunque es complicado comprobarlo, su afirmación no parece ser —per se— una exageración. De hecho, en septiembre del 2017 probó la bomba nuclear más potente de su historia, y culminó con éxito las pruebas de dos misiles con un alcance intercontinental. Expertos calculan que Corea del Norte tiene entre 15 y 60 bombas que sirven de elemento disuasorio ante posibles ataques enemigos.
Sobre el campo de pruebas a cerrar, Punggye-ri, la verdad es que este se encuentra deteriorado tras sufrir un grave derrumbe en uno de sus túneles después del último ensayo nuclear. De hecho, hay analistas que advierten de un riesgo de colapso aún mayores. "El proceso de montaje de las ojivas nucleares en misiles balísticos se ha verificado, el desarrollo de medios para lanzarlas y atacar también se consiguió de manera científica. La misión del campo de pruebas nucleares, por tanto, llegó a su fin", señala Kim según el texto del anuncio.
Dicho de otro modo, nada garantiza que Corea del Norte decida, de un momento a otro, así como el anuncio de este sábado, patear el tablero y volver a las andadas. Mientras Kim se aferre a sus misiles, puede romper su prohibición autoimpuesta con poco tiempo de advertencia. Incluso, el anuncio no contiene ni una referencia a una posible desnuclearización, que es a lo que aspiran tanto Corea del Sur como Estados Unidos. Y hay un antecedente: en 1999, Corea del Norte se sometió a una moratoria de prueba de misiles, pero la rompió en 2006, pocos años después del colapso del "Marco Acordado" de 1994.
Kim indicó también que con el cese de las pruebas nucleares, concentrará todos sus esfuerzos en "construir una economía socialista poderosa", con el objetivo de "mejorar notablemente el nivel de vida de las personas". Así, parece confirmar que Corea del Norte buscará anular las sanciones internacionales que pesan sobre el país en las próximas cumbres. Su acercamiento a China para ese propósito resulta clave.
Pese a todo, el anuncio norcoreano fue bien recibido no solo en la Casa Blanca, sino también por el suspicaz primer ministro japonés, Shinzo Abe, quien insistió en la necesidad de una desnuclearización verificable, y la Unión Europea, que habla de una "etapa positiva".
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