El presidente Xi Jinping inauguró este miércoles el 19º Congreso del Partido Comunista con la promesa de continuar las reformas económicas en China, al anunciar una "nueva era" para el gigante asiático, con el objetivo de lograr que para 2050 su país sea una "una gran nación socialista moderna".
Xi, quien ya es el hombre más poderoso del mundo para la revista The Economist y muchos incluso lo comparan con líderes históricos como Mao Zedong, aclaró que las políticas de sus próximos cinco años de mandato continuarán en la línea de los primeros, si es que es ratificado en el cargo por el Congreso del Partido, lo cual es inminente.
El líder chino pronunció uno de los discursos más largos que se recuerdan en el Gran Palacio del Pueblo, de tres horas y media, según destaca la agencia Efe, en el que dijo que no habrá espacio para la divergencia ni dudas sobre la supremacía del Partido.
Durante el primer mandato de Xi, China se consolidó como la segunda potencia económica del mundo y aumentó su PBI desde los 8 hasta los 12 billones de dólares, en medio de "un entorno exterior caracterizado por una economía mundial sin fuerzas para recuperarse", según destacó el mismo mandatario, al inaugurar el mayor evento político de China, el el que se nombra a los dirigentes del país para el próximo lustro, con él al frente.
En su alocución, Xi desgranó las prioridades de su gestión para los próximos años, en 14 puntos que serán los ejes del régimen, recogidos en un documento llamado el “Pensamiento sobre el Socialismo con Características Chinas para una Nueva Era”, los cuales serán incorporados a la Constitución por el Congreso del Partido incorporará durante su semana de reunión en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín.
Latinoamérica, una prioridad
Una de las principales directrices para esta "nueva era" es la política exterior china, que busca afianzar al gigante asiático como gran potencia, y reforzar su influncia geopolítica en el mundo, sobre todo en América Latina.
Ese fue precisamente uno de los mayores logros del primer mando de Xi. "Los cinco años de presidencia de Xi han transformado la relación de China con Latinoamérica. Desde su toma de posesión, Xi priorizó Latinoamérica como nunca antes se había hecho", le dijo a la BBC Margaret Myers, la directora del Programa sobre Latinoamérica y el Mundo del centro de estudios Diálogo Interamericano.
De hecho, China ya es l primer o segundo mayor socio comercial de numerosos países de la región, incluido el Perú. Entre el 2003 y el 2016, las empresas chinas entraron con una rapidez y fuerza nunca antes vistas a Latinoamérica, donde ya suman inversiones por más de US$110.000 millones. De este monto, la mayoría se concretó en los últimos cinco años, con Xi en el poder, a un ritmo anual de más de US$10.000 millones en cuatro de los últimos cinco años, según revela un informe del Centro de Desarrollo de la OCDE y el Consejo Atlantic.
El objetivo de China es llegar a los US$250.000 millones en inversiones para el año 2025 en América Latina.
Pero la apuesta de Xi por la región no solo tiene fines comerciales, sino también políticos, para erigirse como una potencia mundial que contrapese la influencia de EEUU en Europa. Incluso, analistas internacionales coinciden que con Xi, el gigante asiático está jugando un rol mucho más importante en el mundo que en ningún otro momento en la historia de la República Popular China.
Como parte de su estrategia geopolítica, el líder chino ha dado un paso al frente en asuntos como la lucha contra el cambio climático o la defensa de la globalización, temas en los que EEUU, bajo el mandato de Donald Trump, ha retrocedido y dejado un espacio que China espera ganar.
A eso se suman otras dos iniciativas claves de Xi: la llamada Nueva Ruta de la Seda, que es un plan de inversiones en infraestructuras a escala mundial, o el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (AIIB, por sus siglas en inglés), con el que Pekín trata de cambiar el poder financiero internacional, hoy dominado por Washington y organismos con FMI y el Banco Mundial.
¿Y los derechos humanos?
En lo que sí está en deuda el régimen de Xi es en materia de derechos humanos. De hecho, en sus primeros cinco años en el poder, el número de presos políticos se triplicaron, según la Chinese Human Rights Defenders (CHRD), con sede en Hong Kong.
"Para poder forjar el hierro hay que ser fuerte", dijo Xi cuando asumió el poder por primera vez en el 2012. Y desde entonces no se ha desviado ni un ápice de esa premisa: ha gobernado con mano dura, ha golpeado a la aún tímida sociedad civil china, al lanzar el poderoso aparato de seguridad nacional contra todo disidente u ONG que se atreva a alzar su voz crítica o poner en duda su lealtad al Partido.
"Ha sido una represión que rememora los tiempos más negros de la China posterior a los sucesos de Tiananmen y ha culminado con la grotesca puesta en escena de la muerte del Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo en un hospital fuertemente custodiado en el noreste de China", señala un informe de Amnistía Internacional.
[Foto de cabecera y video: Efe]
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