Más de 12 millones de personas han visitado hasta ahora Machu Picchu, en Cusco. La presencia creciente de turistas ha aumentado el impacto sobre el medio ambiente: mayor generación de residuos sólidos; procesos de urbanización; uso directo y no controlado de los espacios que presentan mayor atractivo cultural y natural, sobre todo el santuario, la red de caminos inca y algunos de sus bosques primarios. El río Vilcanota (también conocido como Urubamba) recibe los residuos y las aguas negras. Esto, sumado a la vulnerabilidad natural de los ecosistemas, ha desencadenado procesos de deterioro que amenazan a la ciudadela. Ante este hecho, la Unesco solicitó estudios de evaluación y monitoreo sobre el estado actual de los recursos albergados en esta área protegida. ¿El santuario será incluido en la lista de Patrimonios en Riesgo?
El problema de Machu Picchu
En el 2016, 14 toneladas de basura diarias se acumulaban en su ingreso, los principales protagonistas eran los envases de politereftalato de etileno (PET). La Municipalidad de Machu Picchu Pueblo recibió de parte de la Unesco un plazo de 12 meses (que finaliza el próximo mes de julio) para solucionar esto. Y sabía que solo lo lograría con una planta de tratamiento de reciclado y, por supuesto, con aliados privados, pues su presupuesto no bastaba. Agua Cielo respondió de inmediato y donó una planta compactadora de plástico.
Actualmente la zona conocida como Puente Ruinas (en los alrededores del ingreso al santuario) presenta otro rostro gracias a esta iniciativa. La capacidad de procesamiento y reciclaje de los PET en la zona ha aumentado, pues ahora se compacta hasta cuatro veces el volumen de 1 tonelada de residuos plásticos diarios que genera el turismo en esa zona, lo que permite su evacuación y reduce su acumulación en el lugar. La planta procesa mensualmente 30 toneladas de residuos plásticos y sólidos.
“Estos alentadores resultados son un ejemplo de lo que se puede lograr cuando las empresas privadas y las autoridades estatales colaboran con un mismo objetivo. Este es también el primer paso para seguir impulsando el Programa de Gestión de Residuos Sólidos en Machu Picchu y evitar que los desechos que deja diariamente la actividad turística tenga un efecto nocivo en el paisaje y ecosistema del santuario Machu Picchu”, señala a LaMula.pe Jorge López-Dóriga, director ejecutivo de Comunicación y Sostenibilidad de Grupo AJE.
Agua Cielo e Inkaterra, dos empresas privadas peruanas, son los aliados de la municipalidad local para gestionar los residuos sólidos en el distrito.
Hasta el 2016, Machu Picchu contaba únicamente con una máquina picadora de botellas plásticas que procesaba 1.720 kilos al mes. Esta falta de capacidad operativa ocasionó un grave problema de contaminación ambiental y visual que incluso generó el pronunciamiento de la Unesco.
Ahora, los residuos plásticos son procesados y reciclados con más velocidad. Dos veces por semana, desde Puente Ruinas son transportados por Perú Rail –otra firma privada involucrada en esta gestión– hasta Ollantaytambo. Desde allí son llevados al kilómetro 59 de la localidad de Pachar, donde la Municipalidad de Machu Picchu tiene un relleno sanitario y plantas de reciclaje. Allí se comercializa el material compactado.
“La rápida recuperación de Machu Picchu es solo el inicio de un largo proyecto que continuará su curso con implementación de un apropiado tratamiento de residuos orgánicos e inorgánicos, que aún está a espera de viabilidad. Gracias a todo esto, y de próximos proyectos que ejecutaremos en beneficio de la zona, esperamos que Machu Picchu se convierta en un ejemplo de ciudad turística sostenible en el mundo para el 2021”, indica José Koechlin, presidente de Inkaterra, a LaMula.pe.
Más de 6 toneladas de residuos sólidos se generan mensualmente en el santuario por acción de turistas nacionales y extranjeros, guías, personal de apoyo y otros. Quinientas personas ingresan diariamente a la Red de Camino Inca y generan 210 kilos de residuos sólidos, de tal manera que en un mes se producen 6.3 toneladas de elementos nocivos para la flora y fauna del santuario.
Misión de la empresa privada
López-Dóriga señala que lo de Machu Picchu es una oportunidad para demostrar que la empresa privada puede trabajar conjuntamente con el Estado peruano.
“No podemos dejar las dificultades solo en manos de los gobiernos. La empresa privada tiene la posibilidad y capacidad de ayudar, de contribuir. Además, lo que es muy importante es que la nueva generación de usuarios de los productos de una empresa privada, los millenials, está esperando que la empresa privada haga esto. Están buscando marcas que tengan los mismos valores que ellos, y que puedan hacer lo que a ellos les gustaría hacer. Creo que es responsabilidad de la empresa privada ver qué no se está haciendo o en dónde hace falta ayuda para estar ahí y hacerlo”, dice el representante de la empresa nacida en Ayacucho.
De hecho, el objetivo de Aje e Inkaterra es que otras firmas se sumen a ejecutar proyectos de desarrollo sostenible.
“Este año ha sido declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Año del Desarrollo Sostenible mediante el Turismo. Por tanto, el desarrollo económico también es generar riqueza sostenible, manteniendo los valores originales, y que pueda ser realizado mediante el turismo. Esto quiere decir que los parques nacionales puedan usarse para el turismo”, indica Koechlin.
Nuestros interlocutores consideran que el control de los residuos está encaminado y confían que cuando la comisión evaluadora de la Unesco entregue –en las próximas semanas en la ciudad de Cracovia– su informe al Comité del Patrimonio Mundial sobre las acciones de protección efectuadas en Machu Picchu éste será positivo para el Perú.
“El hecho de que dos empresas se unan para proteger uno de los países más biodiversos del mundo significa que todos los privados podemos contribuir con los gobiernos a proteger el planeta”, finaliza López-Dóriga.