"Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido".
Este es un extracto de la carta apostólica con la que el Papa Francisco concede a todos los sacerdotes la facultad de absolver "de ahora en adelante" a "quienes hayan procurado el pecado del aborto". Es decir, autoriza de manera indefinida esta gracia que ya había concedido de forma temporal en el Jubileo de la Misericordia, que se inauguró el 8 de diciembre de 2015 y que fue clausurado el pasado domingo.
En la doctrina católica, el aborto se considera un pecado muy grave y que implica hasta la excomunión, pero ahora, Jorge Mario Bergoglio explica que su decisión de hacer permanente esta facultad busca que "ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios".
Francisco había dado el primer paso en este sentido en septiembre de 2015, en vísperas del Jubileo de la Misericordia, cuando envió una carta al monseñor Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, que rezaba así:
"Algunos viven el drama del aborto con una consciencia superficial, casi sin darse cuenta del gravísimo mal que comporta un acto de ese tipo (…), pero otros muchos, en cambio, lo viven como una derrota porque consideran no tener otro camino por donde ir. Pienso, de forma especial, en todas las mujeres que han recurrido al aborto. Conozco bien los condicionamientos que las condujeron a esa decisión. Sé que es un drama existencial y moral. He encontrado a muchas mujeres que llevaban en su corazón una cicatriz por esa elección sufrida y dolorosa".
En su carta apostólica conocida esta lunes, Francisco también extiende "más allá del periodo jubilar" la autorización para que los fieles que, "por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X", puedan "recibir válida y lícitamente la absolución sacramental de sus pecados".
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