El ferrocarril interoceánico, que unirá Perú, Brasil y China, merece una vigilancia más que exhaustiva en el ámbito ambiental e indígena. Y es que desde el mismo Brasil han empezado las críticas contra la obra debido a que uno de sus trechos afectaría la zona de Boqueirão da Esperança, quizá uno de sus territorios más vírgenes.
En esta zona rural, el megaproyecto prevé que los rieles pasen dentro de una zona de preservación ambiental y cerca de tres tierras indígenas ya demarcadas y otra en disputa, esta última perteneciente a la etnia Nawa.
La obra pasará también por áreas vecinas a un subsuelo rico en petróleo y por una vasta región prácticamente abandonada por el control gubernamental donde actúan grupos criminales dedicados a la extracción ilegal de madera, el narcotráfico o la caza furtiva.
El enfrentamiento de los Nawa con el Gobierno de Brasil es uno que ya lleva más de 10 años. Incluso recientemente mantuvieron como rehenes a cuatro funcionarios públicos federales para exigir la aceleración de la demarcación de sus aldeas.
El proceso se arrastra en la Justicia desde hace más de 10 años ya que el área colindante al Parque Nacional -que atravesará el ferrocarril interoceánico- es una zona de conservación con casi 850.000 hectáreas y no se ha logrado aún un acuerdo sobre el tamaño de la tierra que corresponde a estos indígenas.
Aunque las autoridades aseguran que el tren no pasará por dentro de sus aldeas, la obra preocupa a los Nawa debido a que cualquier modificación ambiental puede impactarlos indirectamente, ya que ellos dependen de la caza y la pesca para alimentarse.
Para el Ministerio de Transportes, los posibles efectos de la vía férrea solo podrán ser evaluados cuando los estudios de viabilidad técnica, económica y ambiental, que incluyen las evaluaciones sobre los trazados, estén listos, lo que se estima que será en mayo de 2016.
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Con información de El País