Ahora que el rey de Arabia Saudita, Abdalá bin Abdulaziz, ha fallecido, algunos medios han publicado sendas notas sobre su biografía y legado. Como suele suceder a la muerte de un rey, la mayoría de textos periodísticos apuntan a rememorar los momentos cumbres de su reinado. A Abdalá hasta hay quien lo ha recordado como un paladín de los derechos de las mujeres, pese a haber reinado sobre un país en el que a éstas se les prohíbe hasta manejar un automóvil.
La revista estadounidense Mother Jones, entre tanto, cuenta una divertida anécdota, ocurrida en 1998, que apunta precisamente a ese punto. Los protagonistas son Abdalá (por entonces el príncipe heredero de Arabia Saudita; no ascendería al trono hasta 2005) y la Reina Isabel II de Inglaterra. Esta última conocida, aunque no lo parezca, por su mordaz sentido del humor. La historia ha sido proporcionada por el exembajador de Inglaterra en Arabia Saudita, Sir Sherard Cowper-Coles.
En aquel año, el príncipe Abdalá estaba de visita en Balmoral, una enorme propiedad real en Escocia. Luego de que ambos almorzaran, la anfitriona le preguntó si quería dar un paseo para conocer los alrededores. El entonces príncipe aceptó sin problemas. Una decisión de la cual se arrepentiría luego.
Hay que mencionar que Isabel II tiene grandes habilidades a frente del volante: fue conductora de vehículos del ejército durante la Segunda Guerra Mundial. Por eso cuando Abdalá, sentado en el asiento del copiloto (su traductor estaba sentado detrás de él) vio que la reina inglesa se sentaba a su costado y encendía el motor de la camioneta real, la incomodidad (y el miedo) lo invadió. No estaba acostumbrado a ver a una mujer al volante.
Según el relato de diplomático, Abdalá no sabía que hacer. Por supuesto, no podía impedirle a su anfitriona que deje volante. Los nervios del entonces príncipe aumentaban conforme el vehículo incrementaba la velocidad. Temiendo lo peor, el gobernante árabe le pidió a la conductora que le dejara de hablar y se concentrará 'solo en el camino'.
Aunque muchos puedan ver esta historia como un golpe certero contra el machismo del fallecido monarca (¿alguien dijo Karma?), lo cierto es que Abdalá se preocupó, durante su reinado, por mejorar la calidad de vida de las mujeres. Desde luego sin traspasar los límites que señalan la ley islámica, conocida como Sharia.
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