La nueva regulación británica de Servicios Audiovisuales que entró en vigor el pasado 1 de diciembre prohíbe casi todas las “prácticas sexuales no convencionales”. A partir de ahora, en las películas pornográficas que se produzcan en el Reino Unido no se podrán usar látigos, esposas u otros objetos asociados a la violencia. Tampoco se podrán dar azotes y quedan censuradas las penetraciones con el puño y las prácticas sadomasoquistas tales como estrangulaciones o las humillaciones, sean éstas verbales o físicas. También se han incluido entre las restricciones -y esto es lo más polémico- el squirting o eyaculación femenina, que la ley considera una forma de “lluvia amarilla”, tampoco se podrán interpretar papeles que se puedan considerar “no adultos” y todo el sexo oral que lleve aparejado una obstrucción de las vías respiratorias de la mujer queda vedado y puede ser objeto de multa si aparece en alguna película pornográfica.
A los trabajadores de la industria del porno británicos no les ha gustado nada esta nueva ley, que tachan de ridícula ya que sólo afecta a las películas rodadas en el territorio perteneciente a Reino Unido, y no a las películas que lleguen de fuera, por lo que ellos consideran que se trata de una censura encubierta, ya que desde internet se puede acceder a una ingente cantidad de contenidos pornográficos y se pueden importar otras películas que se hayan rodado en otros países, y a las que no afecta esta normativa.
Para demostrar su descontento, trabajadores y aficionados al porno se reunieron ayer en Londres frente al Parlamento británico, y han reproducido (con la ropa puesta) algunas de las prácticas sexuales prohibidas en la nueva ley al ritmo de la canción de los Monty Python, Sit on my face (siéntate en mi cara) otra de las prácticas que prohíbe esta nueva ley.
Los manifestantes concentrados creen que la regulación de la ley es arbitraria y machista. En declaraciones a CNN, Charlotte Rose, defensora de la libertad de expresión y trabajadora sexual, afirma que la ley puede considerarse sexista porque la prohibición de ciertos actos parece atacar el disfrute sexual de las mujeres. "El objetivo de la ley era proteger a la gente de los actos sexuales violentos, pero ¿quién puede determinar qué es violento si hay consentimiento entre adultos?" reflexionó Charlotte Rose.
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