Ayer, la Cámara Nacional de Turismo, Canatur, entidad que agrupa a empresarios privados en el sector turismo, se sumó a las voces críticas contra los activistas de Greenpeace que intervinieron la zona arqueológica intangible de las pampas de Nasca para lanzar su mensaje ambientalista, causando daños al área de las famosas líneas. 

¿Qué dijo Canatur? Algo que han dicho otros: que se sancione penalmente a los responsables, y que se imponga a la organización una "multa ejemplar", cuyos fondos pueden ser destinados a mantener y continuar investigando el patrimonio arqueológico peruano.

Todo bien. No es cosa de defender a Greenpeace por estas acciones, que además de haber sido una sandez, son ilegales y parecen haber causado, en efecto, daños a una zona arqueológica intangible. 

Lo que llama la atención, sin embargo, es que este loable celo protector por las líneas de Nasca no ha sido característico de este gremio en el pasado. En particular, no lo ha sido con respecto a otro de los recordados casos de daño al sitio arqueológico en tiempos recientes: el rally Dakar de 2013.

Como denunció repetidamente la Asociación María Reiche, ese año el Dakar causó daños igualmente irreparables a las líneas, a pesar de habérseles comunicado con antelación el registro de geoglifos para que tomen las medidas de precaución necesarias. Y no lo hicieron una, sino dos veces, tanto en enero como en octubre, la segunda vez con el Dakar Challenge. Y en ambas ocasiones, según los organizadores, con la anuencia del Ministerio de Cultura. 

Las imágenes no dejan duda al respecto.

a la derecha: antes del dakar. a la izquierda: después del dakar. fuente: asociación maría reiche

Y en alto contraste:

fuente: asociación maría reiche


Pues bien, sería de esperar que organizaciones como Canatur pongan el grito al cielo por estos hechos. Pero habría que esperar sentado. Más bien, lo que en marzo de este año dijo Canatur, lamentando que el Dakar no vaya a volver al Perú el 2015, es esto:

¿Cuál es la diferencia? No lo sabemos a ciencia cierta, pero podemos intuirla. Es la diferencia entre Greenpeace (una organización sin fines de lucro, activista, interesada en lanzar un mensaje de protección ambiental) y el rally Dakar (una organización comercial, diseñada y destinada a hacer dinero aún a costa de dañar sitios arqueológicos en muchos lugares del mundo). En un caso, dice Canatur, el daño al patrimonio arqueológico merece sanciones y multas. En el segundo, ojalá que vuelvan. 

Y claro, es que Greenpeace daña sin dejar ni un sencilllo en las arcas del turismo peruano, mientras que las huellas que deja el Dakar si son contantes y sonantes para los asociados de Canatur. 

Ya sabemos. 

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