A diferencia de otros padres, Jerome David Salinger (1919-2010) no pasaba tiempo con sus hijos después de la escuela. No había visitas al parque o la compra de un helado antes de la cena. Él tenía su cabeza en otro lado. La tenía diseminada en cada uno de sus personajes, los creados y los que vendrían.

El escritor construyó un bunker cerca de su casa. Un santuario donde el sonido incesante de las teclas acallaba el inocente silbido de los pájaros y también del tiempo. Ahí, en esa cárcel (Borges hubiera escrito 'un laberinto personal') 'tecleó y tecleó', siempre con la mirada fija, sin palidecer, ante la impresión rápida. A diferencia de otros escritores norteamericanos, Salinger dejó de interesarse por la fama. Con treinta dos años, ya era una celebridad. Su novela El guardián entre el centeno (The Catcher in the Rye) había sido calificada como el acontecimiento literario del año. Pronto, vendrían las entrevistas, los autógrafos, las burbujas de champaña, pero la novela, sus cuentos ¿qué?... Mientras su fama aumentaba, la hostilidad de Salinger hacia el mundo también. Era inevitable. El narrador había participado en el desembarco de los aliados (el Día D). Balas, bombas, sangres, cuerpos mutilados, prisioneros famélicos. Ya nada sería lo mismo. Quien ha vivido en el infierno no puede disfrutar a plenitud el paraíso. Había sido testigo de la barbarie humana y ningún psiquiatra podría devolverle la paz. Ni siquiera su esposa o sus hijos.

“Tienes que alejarte de toda fantasía. Si no hay fuego entre las palabras y tú, no sirve” le había dicho a un colega años atrás.

Y así, Salinger se guarneció en una trinchera propia. Atrás había quedado el gran amor que le había proferido a Oona O’Neil (hija de un Premio Nobel de Literatura), la mujer que terminaría casándose con Charles Chaplin, en tanto él hundía sus botas en el fango francés. Mientras llenaba hojas de hojas, las décadas avanzaban y su primera novela (junto con su protagonista, Holden Caulfield) se convertía en un libro vital, casi un requerimiento obligatorio para adolescentes y jóvenes que se oponía a los valores tradicionales estadounidenses (para los jóvenes americanos de la década de los sesenta leer El guardián... fue algo así como un orgasmo cerebral) . Uno de esos lectores fue el hoy director y productor televisivo Jim Sadwith (puedes escuchar el relato de sus encuentros con Salinger aquí). 

“Me identiqué con Holden. Sentía que no encajaba”, confiesa Sadwith. En la literatura, la admiración puede llegar al fanatismo (y a veces a la locura). La novela de Salinger tiene ese ‘encanto’. 

Embedido por ese encanto, el entonces adolescente escribió una obra de teatro basada en la novela del escritor neoyorquino, pero solo había un problema ¿Le has pedido permiso al autor?, le preguntó uno de sus profesores. Ese fue el punto de partida del episodio que marcaría la vida del futuro director. Dos fueron los encuentros de Sadwith con el autor. En el primero, el entonces alumno recibió una reprimenda por tomar prestado una historia que no era suya. Salinger no quería que tocarán a sus hijos, como llamaba a sus personajes. Sadwith se retiró apenado, pero de vuelta a la escuela fue convencido por su familia y profesores para montar la obra. Hasta tiene fresco el recuerdo de los aplausos. En el segundo encuentro, el escritor rechazó leer el guion de la obra de su joven admirador. “No quiero leerlo. Nadie puede interpretar a mis personajes”.

Ha pasado más de treinta años desde aquellos encuentros. Hoy Sadwith honra su memoria con un proyecto fílmico que tiene como eje central la figura de Salinger. El largometraje se titula Coming Through The Rye y narra las peripecias de dos adolescentes, en 1969, por dar con el paradero del narrador autorecluido. Por lo pronto, ya se anunció que el actor Chris Cooper interpretará al también autor de Franny y Zooey.

Y aunque el propio narrador estaría molesto por la realización, nosotros los admiradores y fieles lectores esperamos con ansias la película.

Bonus track

Si quieres conocer más sobre la vida de J.D. Salinger puedes ver un documental aquí.