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"Fujimori estaba al tanto de lo que hacía Montesinos"

José Ugaz presenta su libro 'Caiga quien caiga', en el que narra todo lo que hizo la Procuraduría Anticorrupción para traer abajo la mafia fujimontesinista.

Publicado: 2014-07-17

"Yo no tenía idea de la dimensión de esta situación, ni mucho menos que el gobierno me fuera a convocar a mí para esa tarea, porque en esa época además yo más bien ya tenía una actitud crítica. Escribía y declaraba en un tono crítico contra el gobierno, Montesinos. Por lo tanto, cuando el ministro de Justicia de entonces, Alberto Bustamante, me llama y me dice: 'Tengo esta tarea que me ha pedido el presidente y yo no soy penalista y tú eres el penalista en que confío así que quisiera que me ayudes', quedé sorprendido”, cuenta a LaMula.pe José Ugaz, quien fue el primer procurador anticorrupción y gestor del desmantelamiento de la inmensa red de corrupción en la que cayó la institucionalidad peruana durante el fujimorismo.

"En el momento en que decidimos pedirle a la Fiscalía que abra una investigación contra el Presidente de la República para nosotros ya estaba zanjada la situación. Obviamente, conociendo a Fujimori, si por desmentirlo en el tema de la captura había exigido mi renuncia, ahora pidiéndole a la Fiscalía que le abriera una investigación eso ya iba a ser una guerra declarada. Y ahí es que él se va. Yo no sé si se va en particular por esta situación, pero lo cierto es que a los tres días desapareció del país", dice cuando le pregunto sobre el punto de quiebre en las investigaciones de la Procuraduría.

Al cabo de 14 meses, en enero del 2002, cuando terminó su gestión, el Estado había recuperado US$75 millones y 1,200 personas estaban procesadas penalmente; de aquellas, 110 fueron apresadas. Detestado por el ala dura de los seguidores de Alberto Fujimori y también por políticos, empresarios y militares y policías, entre otros, que pactaron o cedieron ante el poder de Vladimiro Montesinos, Ugaz cuenta en 'Caiga quien caiga' (Planeta) los detalles de cómo llegó a la Procuraduría y cómo él y su equipo fueron descubriendo cada tentáculo de la mafia fujimontesinista y cuán complejo fue seguir con las investigaciones y hacer las denuncias respectivas.


Luego de aceptar la invitación del ministro, usted no imaginó que además de denunciar a Montesinos haría lo mismo con Fujimori.  
No, entonces yo no tenía clara la vinculación de Fujimori en estos temas relacionados con Montesinos. Digamos, se hablaba de esto, pero también cabía la posibilidad de que Fujimori estuviera siendo engañado, manipulado… Entonces, esto recién empieza a revelarse para mí, primero por su actitud, en esta búsqueda desesperada de los videos que luego él captura. Ya cuando él se queda con estos videos por tres días, nuestra hipótesis es que él quería esconder evidencia que lo pudiera comprometer y ahí es cuando definitivamente cambia nuestra posición frente a él. Y luego viene la declaración del hermano de Pablo Escobar, que dice que efectivamente él es testigo de una llamada a Montesinos, quien luego se la pasó a Fujimori para que éste le agradeciera la donación de US$1 millón que le hizo durante la campaña electoral.
Después de que usted desmintiera públicamente a Fujimori, y que éste pidiera su renuncia, ¿no sospechó que él temía algo? 
Lo que era claro a esas alturas es que teníamos un presidente autoritario. Y en ese sentido ya me había expresado yo públicamente en más de una oportunidad. La política del gobierno frente a los DDHH era claramente autoritaria y de poco respeto, pero yo no tenía, digamos, claridad sobre la vinculación del presidente en actos de corrupción tan profundos. Entonces, cuando se produce este primer incidente entre él y yo en el que miente y dice que otorga a Montesinos orden de captura, me dije: “bueno, él querrá ganarse algún crédito político diciendo algo que no es cierto, pero esto puede contaminar el trabajo de la Procuraduría desde sus inicios, entonces ahí es cuando decido hacer esta conferencia de prensa desmintiéndolo. Eso lo irritó muchísimo. Y días después me comunica el ministro que el presidente estaba pidiendo mi renuncia. Lo cual yo, por supuesto, acepto. Ahí es cuando Bustamante me dice: “No, yo le he dicho al presidente que si te exige a ti la renuncia yo me voy contigo porque tú eres la persona en quien confío y esta es una cosa muy delicada. Y el presidente recula ante la posición de Bustamante, porque el gobierno estaba tan débil en ese momento que ya no podía seguir perdiendo ministros.
¿Cuán difícil fue ejercer su función de procurador anticorrupción?
Encontramos varias barreras. Al comienzo, la dificultad misma de construir una oficina que no existía. O sea, nosotros hemos trabajado en condiciones materiales y de infraestructura muy adversas. De hecho, despachábamos desde nuestras oficinas privadas. No teníamos ni contrato, ni dinero. Era pura voluntad.
También era enfrentarse a un Poder Judicial atado de manos...
Sin ninguna duda el problema inicial era con qué fiscales, jueces y policías se van a hacer estos casos y a procesar estos temas. Sin embargo, y esa es una lección importante, había pues una reserva moral. La fiscal Cecilia Magallanes y el fiscal Víctor Cuba, los jueces que a la caída del presidente fueron designados por la Corte Superior presidida por Sergio Salas, que era una persona íntegra y reconocida en su trayectoria como juez, demuestran que a pesar de lo putrefacto que estaba el sistema por la red criminal, había magistrados jóvenes que estaban dispuestos a ejercer su rol para que esto no quedara en la impunidad. Para nosotros fue muy motivante encontrarnos con estos jueces y fiscales.
Pronto vieron que la red era mucho más amplia de lo pensado...
Había mucha oscuridad sobre la verdadera dimensión de esta red. Si bien alguna prensa de investigación había venido documentando, cuando empezamos a juntar la información y a ponerla visualmente al frente, yo por lo menos, no tenía clara la dimensión de esta organización. Y ahí es cuando yo cuento esta parte de la historia en la que empezamos a colocar papelitos con los nombres y nos damos con que todo el espacio público estaba tomado. El espacio electoral, el Congreso, la Fiscalía, el Poder Judicial, la Policía, el Poder Ejecutivo sin duda, las Fuerzas Armadas. Y esto nos dio la visión de que estábamos cualitativamente frente a un fenómeno distinto, ya no era la corrupción administrativa extendida que tradicionalmente habíamos tenido en el país, sino una organización criminal que había tomado el poder.
¿Y se topó con gente que usted no imaginó estaría en esta red?
Sí, ciertamente, hubo algunas sorpresas. El caso del congresista Gamarra, por ejemplo. Yo pensaba que él era un aliado. De hecho, él trabajaba para la Comisión Investigadora del Congreso para el caso Montesinos, y de pronto aparece un video en el que se le ve recibiendo dinero. Y así como él hubo dos o tres casos, incluso gente del sector privado que tenía poder económico.
En efecto, no solamente había políticos involucrados, sino también empresarios. 
Sin duda. En las conversaciones que he tenido con personas del sector empresarial siempre he sostenido que si alguien pudo haber detenido el avance de esta red criminal, eran los líderes empresariales. En vez de verlos negociando en la sala del SIN ciertas ventajas para sus negocios, hubiera sido interesante verlos cuestionando y organizándose para evitar que se levantaran al país. Ahí faltó un compromiso de los dirigentes empresariales con el futuro del país, pero algunos de ellos optaron por lo más fácil: someterse al poder político, tratar de conseguir algo a cambio y seguir conviviendo con la corrupción a los niveles en que estábamos viviendo.
¿Y qué razones le dieron aquellos empresarios?
La respuesta típica era que todo estaba muy difícil, que esto ponía en riesgo la viabilidad de sus negocios, que había mucha gente que dependía de sus empresas. Muchos me dijeron que era imposible que pudieran enfrentar a un poder tan grande. Discrepo con esa posición, pero esas fueron las circunstancias.
Después de conocerse lo de Escobar, ¿qué otras pruebas contundentes mostraban que Fujimori estaba involucrado?

Varias. Primero las declaraciones del SIN que nos cuenta, como lo han repetido hace poco en una de las investigaciones de los diarios chicha, que todas las semanas salía una maleta en efectivo con una cantidad aproximada de US$6 mil para Palacio de Gobierno, donde estaba Fujimori. Son varios testimonios, todos uniformes, que apuntan a esa responsabilidad. Por otro lado, el caso de las FARC, esta operación completa en la que se compran fusiles AKM y luego son soltados en la guerrilla, y se hace un intercambio de droga por los fusiles, que termina siendo vendida en Brasil, una operación de tal complejidad y que comprometía tanto al Estado. Era imposible que el presidente no supiera de esto. Y esto se confirma el día que él aparece en una conferencia de prensa con Montesinos tratando de justificar una Operación Siberia que nunca existió. Entonces, ¿por qué el presidente, si no conocía de estos hechos, sale en una conferencia de prensa con su asesor personal, en oposición al gobierno de EEUU, que no es poca cosa? Colombia y EEUU estaban exigiendo explicaciones. Si el presidente en realidad hubiera sido sorprendido, hubiera tomado alguna medida contra Montesinos y no hubiera salido a justificarlo. Luego está el caso de la CTS, donde se le decide pagar a Montesinos US$15 millones para que se vaya y deje ya de estar haciendo problemas. Quien participó directamente, y eso lo dicen varios testigos, fue Fujimori. Estaba con su cuñado Aritomi, y ellos fueron los que llevaron el dinero y después de un tiempo se lo devolvieron a Bergamino. Entonces, hay varios momentos a lo largo del gobierno que dan cuenta de un compromiso de Fujimori con estos actos. Yo no sé al final si él sabría exactamente todo porque también tengo la impresión de que cada uno formó su propia red al interior de una general. Nicolás Hermoza Ríos tenía su red con ciertos militares y Montesinos manejaba la suya desde el SIN, con otras personas, y Fujimori con su entorno más bien familiar, nisei... En fin, varias personas cercanas al presidente estaban vinculadas a la corrupción. 

¿Lo único que buscaba para salvarse Fujimori eran los videos, o algo más?
Creo que fundamentalmente era eliminar toda prueba de su participación, yo creo que él estaba muy asustado. Recuerdo haber tenido, esa vez antes de que diera la conferencia de prensa, momentos antes estuvimos los dos en privado, y me dijo literalmente: “Montesinos ha filmado todo, y si esto sale a la luz, el Perú puede colapsar, porque ahí se van a ver cosas muy graves”. Eso guarda coherencia con el hecho de que Fujimori empiece esa búsqueda loca, sin mucho sentido en la zona de Los Cóndores, en Chaclacayo. Y luego, acuérdate que en RPP, cuando Montesinos estaba en la clandestinidad, hace una declaración e implica a Fujimori, le dice: “Sea usted hombre, no se esconda detrás de las faldas de las geishas, usted sabía qué era lo que estaba pasando en el país.” 
¿Cuánto le debe la Procuraduría a Matilde Pinchi?
La señora Pinchi fue una testigo muy relevante. Ella es una de las primeras que se acoge a la Ley de la Colaboración Eficaz y dada su cercanía con Montesinos y dada la gran influencia que ella tenía sobre otras personas cercanas a Montesinos en el SIN se convierte en una persona relevante, no solo por la información y las pruebas incluso en algunos casos, sino porque logra convencer a otros de que se acojan a la Colaboración Eficaz. Ahora, tampoco es como los fujimoristas decían en su momento, que a ella se le había dado entre nosotros un estatus y un gran de santidad y que nosotros le creíamos absolutamente todo lo que decía y lo tomábamos como prueba, porque la Ley de Colaboración Eficaz traía consigo un proceso regulado, según el cual cada afirmación que te indicaban terceras personas tenían que ser probados, por eso es que el Proceso de Colaboración duraba tanto; nosotros nos hemos tomado casi un año en firmarlo, por ejemplo con los vendedores de armas. Había todo este proceso de verificación y se pudo demostrar que todo o gran parte de lo que nos había dicho estaba corroborado. 
Corrochano también fue importante, aunque en un primer momento los quiso 'tontear'
Corrochano fue el primero y sin duda él se convirtió en un colaborador muy valioso para las redes que tenía Montesinos en el Sistema Judicial. Él era uno de sus agentes, operaba con jueces, fiscales… Mediáticamente creo que fue importante que la gente pudiera ver que esta persona que antes se paseaba con absoluta impunidad y que era objeto de investigaciones periodísticas, por lo pronto, Caretas ya había documentado sus actividades sospechosas, por decir lo menos, fue capturada al poco tiempo que empezamos el trabajo. En un primer momento, él estaba obviamente tratando de conseguir mejores condiciones legales, porque estaba detenido en los calabozos de la avenida Aramburú, en la Dinandro, y trata de armar una versión que no lo dejara tan mal y no lo comprometiera. Cuando yo reacciono, sintiendo que me esta queriendo tontear le digo: “mire, yo no he venido hasta acá para eso.” Me estoy retirando y él decide en esos momentos ya sincerarse y contar lo que realmente había ocurrido.
La institucionalidad del Perú quedó totalmente por los suelos, pero seguimos con corrupción. ¿Por qué no aprendimos la lección…?
Las consecuencias inmateriales de la gran corrupción son mucho más severas que las meramente económicas. Cuando se daña una institución, por ejemplo, uno ve a todos los generales y altos mandos firmando esa famosa Acta de Sujeción; o cuando en el Poder Judicial hay un sometimiento de la Fiscal de la Nación, etc, al poder político de una manera tan evidente, recuperar esa institucionalidad toma tiempo. Eso por un lado, por otro lado, efectivamente no hemos aprendido todas las lecciones que deberíamos haber aprendido; entonces, yo creo que no se ha puesto toda la voluntad política que se requiere para efectivamente generar una sostenibilidad para que la corrupción no nos lleve nuevamente a donde nos está llevando. Otra vez tenemos una corrupción muy extendida, estamos viendo a los presidentes regionales cuestionados masivamente… Otras redes criminales que han estado actuando. Ahora estamos viviendo una etapa de arremetida anticorrupción que me parece interesante, habría que entender bien a qué se debe ese proceso. Pero después de lo que hemos vivido no deberíamos estar en este punto otra vez.
Hay gente que sigue defendiendo a Fujimori a pesar de todo lo que se ha demostrado...

Hay una mezcla de varias cosas… Fanatismo político, ignorancia, falta de información, polarización política… Hay gente que cree que todo lo que hizo tiene que ver con posiciones políticas de izquierda o lo que llaman “caviares”, etc. Cuando ahí están las pruebas y eso es más o menos evidente. Y, por otro lado, hay una falta de conciencia en algunos casos. Hace poco vi un programa de televisión en el que le preguntan a una señora pobre qué piensa de la corrupción de Fujimori, y dijo: “Bueno, esa corrupción no era tan mala porque a nosotros no nos afectó, solo afectó a los ricos”, cuando esa señora no se da cuenta de que su propia pobreza y su acceso limitado a la educación, salud, una vivienda digna se distraen porque benefician personalmente a estos actores.  

Hay una suerte de resignación en un sector importante de la población, un sentimiento muy malo: “Ah, bueno, roban pero hacen obras. Esos son mejores que los que solo roban.” O decir: “Bueno, así somos, pues, en el Perú. Eso no va a cambiar. Si arriba roban, ¿por qué no voy a robar yo?”. Y ahí viene la criollada de que todos tratan de sacar un beneficio de situaciones indebidas. Aquí tiene que haber en términos de educación y de prevención de la corrupción un tránsito hacia una cultura de la legalidad. Tenemos que entender que las reglas deben cumplirse y que en la medida en que podemos generar un sistema de bien común desde esas reglas, entonces esto va a ser un beneficio para todos los ciudadanos.

Hemos tenido corrupción en este gobierno y los dos anteriores. Y sin embargo, cuando se plantea investigar, se habla de venganza política. Y eso carga a la ciudadanía.
Creo que eso ya es parte del juego político. No hay gobierno corrupto aquí o en la India en el que el investigado no diga que es víctima de una venganza política. De cajón es el libreto más burdo y común. ¿Por qué la gente se lo cree? Porque creo que en un contexto donde hay polarización política, sumada al hecho de que aquí todos somos sospechosos, y en eso los corruptos han sido bastante eficientes en generar una sensación de que nadie está libre y de que todos tenemos rabo de paja y cosas que ocultar en materia de corrupción. Y entonces esto hace que la población, acostumbrada a esta sospecha, piense que puede haber un interés oculto en la investigación o en el castigo.
¿Un posible indulto a Fujimori traería abajo lo que consiguieron ustedes?

Creo que simbólicamente sería una pésima señal, salvo que efectivamente esté en una situación de salud grave. Pero sería una vergüenza si no son esas las condiciones, como parece; aunque digan que está deprimido (¿qué reo no lo está?). Ahí están las víctimas y sus familiares que fueron asesinados, robados, que permanecieron en la pobreza por muchos años, y estas personas también tienen derecho a reclamar justicia de que la impunidad no sea la regla.


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Escrito por

ALBERTO ÑIQUEN G.

Editor en La Mula. Antropólogo, periodista, melómano, viajero, culturoso, lector, curioso ... @tinkueditores


Publicado en

Redacción mulera

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