Han pasado 20 años desde la carrera del Gran Premio de San Marino 1994, en la que Ayrton Senna perdió la vida y enlutó a los aficionados del automovilismo. Un piloto cuya trascendencia fue reconocida por el propio gobierno de su país, Brasil, al punto de recibir honores de Estado en su entierro.

El desenlace fatal de la participación de Senna en San Marino tuvo una racha previa. Tres días antes, el piloto Rubens Barrichello perdió el control de su monoplaza y, tras estrellarse contra la valla protectora, dio varias vueltas de campana. Rubens perdió el conocimiento.

Roland Ratzenberger también sufrió un desperfecto en su vehículo. No tendría la misma suerte de Barrichello. Tras un choque contra el muro de protección a una velocidad de 280 km/h y el desprendimiento de una rueda que terminó por golpearle la cabeza, Roland perdió la vida. 

El gremio de pilotos quedó consternado. Senna no fue la excepción. Su actitud y gestos cambiaron. Su rostro reflejaba la preocupación que lo mantuvo desconcentrado durante la carrera final.

Reportes del entorno más cercano a Ayrton indicaron que el piloto había transmitido a su novia el deseo de no competir. No obstante, el deber fue más y se entregó a la pista.

El piloto brasileño perdió el control en una de las curvas del trazado y chocó brutalmente contra un muro. Su carro salió despedido pero él se mantuvo inmóvil. Los esfuerzos de los paramédicos y el traslado hacia el centro médico más cercano fueron en vano. Ayrton había fallecido.

Otras versiones sobre el suceso indicaron que, tal cual sucedió con Ratzenberger, unas de las llantas golpeó la cabeza de Ayrton y uno de los fragmentos de la barra de suspensión traspasó su casco hasta llegar al cráneo.

Ayrton Senna dejó de existir tras conseguir tres veces (1988, 1990 y 1991) el Campeonato Mundial de Pilotos de Fórmula 1. Considerado como uno de los más veloces en la historia de la F1, el trágico accidente dejó al mundo del automovilismo sin una de sus mejores cartas. 

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