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¡Llegó el emolientero!

A propósito de la Ley aprobada por el Congreso que promociona la industria del emoliente, aquí 4 razones para consumir esta bebida.

Publicado: 2014-04-15

1. La yapa

El ritual del amanecer limeño no solo llega con un cielo de colores gastados, bullicio de claxones desesperados o la lectura obligada de los mañeros en los quioscos. Lima no sería igual sin el olor y sabor del emoliente. Clásico del desayuno para todos aquellos que salen a volandas de la casa, cuando el descuento por tardanza nos ata el cuello. 

Posicionados cerca del centro laboral, el paisaje se enriquece con las carretillas que concentran a más de un comensal, que apurado y ávido chapa su pan y toma su emoliente bien calientito, con la yapa debida (sin la cual el día no sería igual).

2. En casos de frío

En el primer colegio que enseñé la niebla se colaba en los salones y, sin exagerar, muchas veces toda visión se volvía borrosa. Cerca al mar, el frío golpeaba aunque se fuera con chompa y cafarena. Así, era frecuente ver llegar a más de un alumno moqueando o casi afónico, con su vasito de emoliente en la puerta del colegio. 

A más de uno le debe haber pasado igual, sintiendo pura gelidez al salir de la casa, tiritando. Y de repente te toca un emolientero medicinal que te hace un preparado especial (incluido un poco de pisco) para combatir el costipado o el problema bronquial. ¡Harto limón y sale caliente! 

3. Para la bajada

Esta no la conocía hasta hace poco. Si te vas de boleto, la resaca te revienta y te bacilaste hasta las 6 a.m., por el Centro hay emolienteros que parecen reconocer los días de negocio y desde el alba nos ofrecen el emoliente para recomponernos del malestar. Fijo con dos vasos uno puede sentirse más estable y sin tanto tufo.

4. Tú y yo con un emoliente, piénsalo 

Si nunca tomaste tu emoliente camino al cole no tuviste infancia, pero también si nunca le invitaste a tu flaca un emoliente entonces te faltó cancha. Aunque por ahí ululan memes que se burlan de la situación, lo cierto es que emoliente y amor parecen ir de la mano (como con el higadito frito, cosa que cualquier sanmarquino podrá corroborar). 

 Por la Av. Perú hay un emolientero que es testigo de más de un beso, en Jesús María se le mandan a una flaca mientras ella pide su emoliente con alfalfa, Rosalba tiene como condición de toda cita que le inviten un emoliente y besar con esa calidez, y a Puck no le queda más que hablar de sus desamores con el dueño de la carretilla y pedirle una yapa en nombre del herido corazón. 

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Escrito por

Christian Elguera

Escritor y corresponsal de literaturas indígenas en Latin American Literature Today


Publicado en

Redacción mulera

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