¿Ella es la culpable?
Visiones y versiones del "fracaso" de Susana Villarán.
En una columna reciente para Hildebrandt en sus Trece, que se publica también aquí en La Mula, el connotado politólogo Carlos León Moya hace un análisis inteligente del tortuoso camino que nos ha llevado a los limeños a las elecciones de hoy, y las pone en contexto. Ahí, León Moya califica a la actual administración municipal de "fracaso", e identifica al principal responsable: "Aunque varias razones lo explican, hay un responsable principal: la propia alcaldesa Villarán", escribe. Estoy en desacuerdo, y quiero explicar brevemente por qué.
Ciertamente, Villarán cometió muchos errores antes de la revocatoria, y los siguió cometiendo después. León Moya identifica varios: su alejamiento de Patria Roja y de Tierra y Libertad, que la dejó sin aliados cercanos en el Concejo; su incapacidad para diferenciarse pronto de administraciones anteriores; su concentración en reformas de largo plazo en lugar de responder al pedido de la audiencia con "resultados concretos"; la carencia de preparación profesional y de olfato político en su equipo ejecutivo, y otras más.
Me pregunto, sin embargo, si lo que nos hace ver algunas de estas decisiones de Villarán como negativas no es tanto lo que ellas mismas son o significan, sino el contexto en el cual se produjeron. Que es, seamos obvios, el contexto de nuestra política basura, que envolvió a esta administración municipal en un absurdo proceso de revocatoria y que hoy nos lleva a las urnas para elegir a 22 regidores de reemplazo.
Por ejemplo, ¿qué sentido, sino el de aceptar las (sucias) reglas de juego, tiene cuestionar a Susana Villarán por haber querido concentrarse en proyectos de largo plazo? ¿No son precisamente esos proyectos los que la ciudad necesita a gritos? "La gente pedía concreto y resultados de corto plazo, pero Villarán y su equipo querían educar a la gente. Al final la gente los terminó educando", escribe León Moya, y a uno no le queda sino preguntarse de qué gente y de qué educación está hablando.
Más bien, el intento de implantar transformaciones de largo alcance en la ciudad (cuyos resultados, por definición, aún no conocemos), podría ser entendido como un punto a favor de Villarán. Y su "fracaso" tendría que ser visto como algo estrictamente político (una vez más, como ejemplo del nivel de deterioro al que ha llegado nuestra política).
A este respecto, es bueno recordar que la posibilidad de una administración municipal relativamente exitosa y con un signo de izquierda tenía, de entrada, bastantes enemigos. Como León Moya observa, estos enemigos eran obvios: "la derecha, los medios de comunicación, Castañeda Lossio, etcétera. Su comportamiento agresivo y desleal era previsible".
Pero lo que estos enemigos representan, además de un poderoso bloque político de oposición (algo legítimo), es la continuidad y la impunidad de una forma corrupta de intervenir en la vida pública. Y cuando digo corrupta, no estoy haciendo una metáfora: se trata de corrupción de la pura y la dura, que la administración Villarán no llegó a investigar a fondo gracias a la revocatoria, y que el poder judicial, que para estas cosas sí es eficiente, ha venido barriendo bajo varias alfombras.
Así, la concertada, incansable campaña de desprestigio contra Villarán y su administración, y la serie de zancadillas que terminó en la revocatoria de la mayoría de regidores alineados con ella, no es solo un evento político, sino la expresión de algo más oscuro y más profundo en la vida pública peruana, y leerlo como un enfrentamiento entre bandos políticos "normales" (por llamarlos de alguna manera) es sin duda insuficiente. Esto debería ayudar a poner en perspectiva qué decimos cuando decimos "fracaso" aquí, y debería ayudar también a asignar las responsabilidades de otra manera.
León Moya termina recomendando a la alcaldesa que no intente reelegirse. A quienes desde la izquierda preguntan quién podría reemplazarla como candidata, responde: "la pregunta no es 'quién', sino 'para qué'. Si la gente no vota para darle un par de regidores siquiera, ¿para qué Susana de nuevo?".
Buena pregunta. Si se ven las cosas estrictamente desde una perspectiva de realpolitik, ciertamente esta es una administración municipal "fracasada", y los resultados de hoy no harán otra cosa que confirmarlo. Pero más allá de eso, no habría que perder de vista la necesidad de hacer política de maneras distintas a las acostumbradas, continuar investigando las históricas corruptelas en el municipio y más allá de él, e impulsar no menos sino más proyectos de largo plazo para esta ciudad ya invivible. Y la necesidad, también, de no dejarnos "educar" para lo contrario.
Notas relacionadas en La Mula
Derrota asegurada, por Carlos León Moya