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El dolor de tu arma caliente

Víctor Ruiz presenta La felicidad es un arma caliente (Animal de invierno en coedición con Librosampleados (México) 2013. Narrativa, cuentos. 136 pp

Publicado: 2013-11-22


Buscar el tacto de la felicidad es amasar con ansiedad una cabeza llena de recuerdos convertidos en imágenes alteradas, es entonces cuando se vuelve un arma caliente que sacamos de un cráneo con bisagras, casi quemándonos las manos, pero sin poder soltarla completamente hasta disparar buscando, tocando en vigilia y con el arma apuntando, queriendo más para nuestras cabezas-hogueras. Todo lo que pueda guardarse en ella –pretenderemos- deberá ser felicidad y placer pero en el camino las cosas se transforman, se deforman. Uno dispara una y otra vez mientras busca, crece, hace daño y más. La felicidad es un arma caliente. Happiness is a warm gun, lo cantan los Beattles en el álbum blanco. En castellano es el nombre del primer libro de narrativa (cuentos) que acaba de publicar el poeta y director de Lustra editores Víctor Ruiz Velazco (Lima 1982).

Desde "Una lección de manejo" -el primer cuento de nueve- en el que un niño aprende a lidiar con los que serán sus primeros desaparecidos el libro avanza entre personajes que dibujan sus nombres en el vaho de su aliento contra un vidrio y su reflejo. Se ven desaparecer escritos por ellos mismos. Este no es un libro sobre la felicidad sino sobre como el sujeto ha dejado de buscarla con desesperación. Están resignados a seguir en un teatro en el que la traición viene de cerca. La factura principal es a la familia. Madre y padre son figuras que se rascan la sarna delante de los hijos, dejándoles en la misma piel la dolorosa herencia de sus acciones y la torpeza de sus afectos. 

Los personajes que son niños enfrentan el abandono de sus padres, el primero en "Una lección de manejo". “El abuelo está muriendo, debo ir a visitarlo”. Y el niño se siente culpable de no sentir amor por un anciano desahuciado por el que su padre debe viajar. Solo que padre e hijo no se volverán a ver. Un avión lo habrá devorado o quizá los cielos de Canadá. En “No todos los pájaros vuelan hacia el sur”, un niño mete la cabeza dentro de un balde de agua casi a diario, aguanta la respiración lo más que puede y cuando la saca se dice a sí mismo “maricón, un cobarde por no quedarte allí para saber que había después” y fuera del balde las cosas seguirían como siempre. Él irá borrando su nombre bajo el agua. Alí, la mujer que lo cuidó desde que su madre se lo entregara antes de partir a trabajar a EEUU, lo mira cada día sabiendo que un día ese niño que dicen que ha mimado mucho, triste y con pretensiones suicidas, deberá dejarla a ella y al balde del baño en el que ensaya la muerte, la culpa, un arma caliente contra su madre. Pero sabe que todo es un simulacro, él ha escrito la palabra maricón sobre su nombre y sus reclamos.

De pronto tres amigos, en el cuento del mismo nombre toman varias botellas de vino sin decir mucho. Ella ha sido novia de uno y lo es ahora del otro. Se observan dentro de un último espacio en conjunto. Los tres han vivido en la misma casa. Primero eran amigos, después vino lo demás. Y cuando empieza a oscurecer y el cielo violeta de Lima entra poco a poco a meterse por las ventanas, el cuento los transforma en sombras que se observan en silencio. Se tienden los puentes inconclusos, los recuerdos, saltan como animales de un personaje a otro. Llevan sangre en las patas de los tres que solo se miran, sin más, como si pudieran reconocer un momento de cambio exacto. Pero borran sus nombres y lo hacen más simple. La oscuridad es eterna y es más bien un arma guardada, que enfría la piel.

Víctor Ruiz Velazco comenta que pertenece a una generación en la que pasamos factura a la familia. Sin embargo su libro de cuentos es una factura al mismo proceso de crecimiento ya que sus personajes principales son jóvenes sorprendidos de su propia adultez en cuanto la reconocen y Víctor como narrador los halla, ya cuando están ellos mismos pagando la factura de ser personas incompletas y solitarias, resultado de lo que viene de casa, de los primeros daños que apuntan a la familia como primer lugar violento.

Finalmente somos una generación que ha ido recogiendo los trozos de lo que representó la violencia política y armándola en nosotros mismos como piezas que no dejan de pertenecernos y nos han transgredido. En "This land is your Land", el último cuento, reaparece la relación padre e hijo en un contexto político en el que la herencia paterna convierte al hijo en verdugo. Debe extirparlo de su memoria, de sus momentos felices. Debe arrastrarlo fuera de su nombre y olvidarlo. Su padre le hizo cavar un hueco en el patio para que pueda meter su cuerpo en el agua y tener momentos felices, sin embargo, el hijo cavaba una fosa para armas y gente muerta. Tu padre es un terrorista, un asesino, un traidor de la patria, escuchaba en su cabeza mientras solo le quedaba negarlo, una, dos tres veces, más y para siempre. Sin embargo no logra deshacerse del momento en el que cava la tierra como un instante en el que fue feliz. Esa es su arma caliente. Esta en su cabeza, entonces la abre, la saca y se dispara mientras recoge las cenizas del padre.

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Redacción mulera

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