Los más de diez mil muertos y la destrucción que ha caudado el tifón Haiyan ha obligado al presidente de Filipinas, Benigno Aquino, a declarar el estado de calamidad en el archipiélago por la tormenta que azotó todo el país el pasado viernes. 

Mientras el Ejército trata de poner orden ante los saqueos e inseguridad, los cadaveres que ha dejado el ciclón cuelgan de los árboles y los desesperados damnificados buscan alimentos y agua para poder soportar el clima que azota a todas las islas hace más de una semana. 

El Jefe del Estado filipino visitó Tacloban, en la isla de Leyte, ciudad que sería la más afectada pues habrían más de dos mil desaparecidos. 

El estado de calamidad implica que el Gobierno podrá imponer los precios de los artículos de primera necesidad para evitar que unos pocos concentren los alimentos, medicamentos o energía. 

Según el último informe del Estado filipino, serían casi 9,7 millones de personas damnificados y más de 615.000 las que no podrían vivir más en diversas islas del archipiélago. Más de 400 mil personas se encuentran protegidas en 1400 centros de evacuación entre estadios, escuelas e iglesias. 

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