El premio Carl Sandburg ha sido otorgado por primera vez a un escritor con una extensa obra en español. Este hecho amerita que conozcamos algo más de Isabel Allende.

Nacida en Lima, en 1942, como hija de un diplomático chileno, Isabel es sobrina de Salvador Allende, el defenestrado presidente chileno, que cayó en el golpe de estado que dio Augusto Pinochet en 1972. 

Lo más sencillo sería enumerar sus libros y las cifras que nacen gracias a ellos. Pero hacerlo sería tratar con mezquindad a quien se considera —le pese a quien le pese— como una de las escritoras iberoamericanas más leídas del mundo.

"En este país (Chile) no se perdona que tú vendas libros. Eso significa que no eres escritora, no estás en la literatura. Estás en otra cosa si acaso vendes libros, eso no se perdona", afirmó la autora en una entrevista concedida a EFE en Santiago. Su pretensión, explica, no es "ser incluida en un club exclusivo de literatos", sino "llegar al público" y que "la gente lea".

Sucede que buena parte de la crítica literaria latinoamericana siempre ha mirado con recelo los libros de Allende. Pero en casos como estos, donde la pretensión de la escritora no apunta a satisfacer los valores impuestos por un reducido grupo de censores, sino en cumplir con una esforzada tarea de indagación personal, otras son las coordenadas a usarse. 

En la narrativa de Allende hay una mínima distancia entre su obra y su vida. Aunque cabría decir, más bien, que no son dos esferas que se intersectan, sino que la primera engloba a la otra.  

Muchos de sus argumentos han nacido de distintos acontecimientos de su vida: desde el contrato prematrimonial que firmó con su marido, pasando por el problema de sus hijastros con la droga, hasta un episodio de avance erótico que vivió en su infancia.

Pero esta exposición (quizá una 'sobreexposición' para algunos) tiene un fin. Desde la perspectiva de Allende, si uno cuenta las cosas que le pasan, permite que otras personas que han pasado por experiencias similares las confronten, hablen de ellas. Así, la escritura se emparenta con la terapia.

En una entrevista, declaró: "Requiere mucha más fortaleza esconder las cosas que exponerlas, porque al exponerlas se deja de ser vulnerable. Son los secretos los que hacen a una persona vulnerable, no la verdad".

¿Pero cómo tener la certeza de que lo recordado es lo verdadero? La memoria y la imaginación son procesos similares en el cerebro. En el caso de Allende, su afán de distinguir al recuerdo de la imaginación deviene en Literatura.

Obras recomendadas: La casa de los espíritus (1982), Eva Luna (1987), El plan infinito (1991), Paula (1994) y Afrodita (1997).