Vladimiro Montesinos gustaba de vivir como un magnate. En ese afán de poder y fortuna, que intentaba redimir las frustraciones y humillaciones de la niñez, acumuló millonarios cuentas en el extranjero, accesorios de lujo como relojes “Patek Philippe” y “Rolex, y diversos inmuebles en el país, esparcidos en una red de testaferros.

Bienes comprados con el dinero de la corrupción que hoy regresan a las arcas fiscales vía subasta pública. El Estado obtuvo 8 millones 900 mil soles en la segunda subasta que ofreció seis inmuebles del que fuera el hombre más poderoso del país en los años noventa. Solo dos quedaron desiertos: el palco suite en el estadio Monumental y una oficina en Surco.

La espaciosa casa campestre en Chosica, otra en una zona exclusiva de La Molina, una oficina en un centro comercial limeño y un hotel de turistas en el Cusco fueron rematados al mejor postor, informó la Comisión Nacional de Bienes Incautados (Conabi).

Los bienes pertenecían a la organización criminal capitaneada por Montesinos, que incluía a sus secuaces, los testaferros Miguel Ángel Rodríguez, Nicolás de Bari y José Villanueva Ruesta.

Como para darle un giro histórico y edificante al dinero conseguido, el presidente del Consejo de Ministros, Juan Jiménez, adelantó que el monto será destinado a combatir la ola de crímenes que azota el país.

“Este patrimonio líquido que se ha efectuado con estas dos subastas, van a servir, y quiero comprometer al Poder Judicial, Ministerio Público, Procuradurías, y a la Policía Nacional porque estos recursos van a servir para incrementar los recursos públicos para luchar contra la criminalidad”, pidió Jiménez.

Las autoridades han anunciado nuevas subastas. Montesinos, el Esparza Zañartu contemporáneo,  se lamenta en un recodo de su prisión en la Base Naval del Callao.