Brasil, ¿éxito de la boca para afuera?
El Gobierno se encuentra en la encrucijada de seguir acumulando trofeos reales o simbólicos para el mundo, gracias a su siempre zona segura, objeto benefactor, el fútbol, o atender las reales necesidades que con cada vez más ahínco le exige ver su propio pueblo.
Brasil desea ser país organizador y hogar del Mundial de Fútbol 2014. Tiene el presupuesto, y un equipo que ha sabido hacerse históricamente de una reputación envidiable. También tiene un equipo que se opone a esta medida.
Sus miembros, muchas veces, antes de ser estrellas (y, por qué no decirlo, en algunos casos casi héroes de la nación), fueron chicos "cualquiera" de familias en situaciones de pobreza, y años después se dan cuenta de que por ser ricos y famosos no se paró su país con ellos, que se trata de una patria que antes de invertir en fútbol tiene otras prioridades.
Es el caso del mundialista Rivaldo, activo veterano de 41 años, que se unió hoy a las voces de protesta - de futbolistas y parte importante del resto del pueblo- que aseguran Brasil "no tiene las condiciones para organizar un mundial", y que en cambio, debería concentrarse en la sanidad y la educación.
"Es una vergüenza estar gastando tanto dinero para este Mundial y dejar los hospitales y escuelas en condiciones precarias", dijo Rivaldo en su cuenta de Twitter.
"Necesitaba desahogarme, pues ya fui pobre y sentí en la piel la dificultad de estudiar en una escuela pública y no tener un buen servicio de salud", agregó el exjugador del Barcelona y del Deportivo de La Coruña.
El problema sobrepasa al jugador, al equipo, y a un asunto netamente coyuntural por mucho.Brasil vive una ola de protestas sociales que empezaron con la subida del coste del transporte público y los gastos del Mundial de 2014.
En respuesta, las autoridades enviarán tropas a las cinco ciudades más importantes del país para apaciguarlas, tras un relativo fracaso de la Policía en manifestaciones de Sao Paulo.
Esa jornada, las fuerzas de seguridad detuvieron al menos a 40 personas, mientras que el alcalde de São Paulo, Fernando Haddad, terminó "encerrado" en una oficina bancaria, según informan algunos medios.
Según el analista internacional Carlos Aznárez, "el aumento de la tarifa del pasaje en ómnibus de Brasil es una respuesta que ha dado el Estado después de varios intentos de tratar de dialogar con los empresarios. Pero es evidente que lo que ha estado haciendo el Gobierno de Brasil es frenar durante décadas una posibilidad de que el país se desarrolle en serio".
Finalmente -sentenció el experto- Brasil esta pagando las consecuencias de hacer caso omiso a las necesidades que le exige su pueblo.
Fuentes: RT & Diario "La Tercera".
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