#ElPerúQueQueremos

82 Años de Ribeyro

Publicado: 2011-08-31

Julio Ramón Ribeyro, considerado como uno de los mejores cuentitas a nivel latinoamericano hoy cumpliría 82 años.  Autor de libros como  "Los gallinazos sin plumas”, “La palabra del mudo”,  "Crónica de San Gabriel",entre otras, Ribeyro fue galardonado con reconocimientos como:  Premio Nacional de Novela (1960), Premio Nacional de Literatura (1983) y el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1994).

A continuación te presentamos algunos extractos de sus diarios extraídos del blog "Habla Sonia Luz", en donde él propio autor narra cómo vivió su cumpleaños.

París, 1954

31 de agosto

Recibí mi cumpleaños (25) con Jorge Benavides y Manuel Aguirre en un barcito de la rue de la Hachette. Bebimos vino y escuchamos jazz. Serenidad y alegría.

Munich, 1956

1° de septiembre

Cambio de residencia. Pequeño cuarto en Schellingtrasse con ventanas al patio interior. Atmósfera ligeramente opresiva, adversa al trabajo de invención, favorable al análisis. Ayer cumplí 27 años. Recibí a Paco Pinilla en la estación de Munich.

Lima, 1959

30 de agosto

Cuando era más joven me decía:”Antes de cumplir los 30 debo hacer algo importante”. Mañana los cumplo y no he realizado nada que valga la pena. Otros han hecho dinero o se han casado. Yo no he hecho sino gastar dinero y perder o renunciar a las mujeres (C. se ha casado en Estados Unidos con un médico italiano y Mimí espera en Amberes desde hace mes y medio una importantísima respuesta mía que todos los días aplazo) Todo esto es el precio de una carrera literaria, en este pobre país. ¡Si por lo menos me dieran el premio de teatro! Sería suficiente para justificar todo este año de vagancia, de mala noche, de enfermedad y despilfarro. (…) Interrumpido mi relato “Al pie del acantilado”. La casa a punto de alquilarse y no sé dónde iré a vivir. Hay algo que cruje en medio de todo esto, algo que va a derrumbarse. Hace dos noches con Hernando Cortez en un bar sentimos pesar nuestro desánimo y nos dijimos que ya no teníamos juventud.

París, 1969

31 de agosto (2 de la mañana)

Recibo mis cuarenta años solo, en mi casa vacía. La Place Falguiere desierta. Silencio. Como solo una vez se cumple esta edad y como me siento leve, muy levemente deprimido (no por envejecer sino por envejecer de cierta manera) compré a pesar de mi pobreza, una botella de whisky y dos paquetes de cigarrillos rubios. Para poder servirme un trago tuve que lavar un vaso polvoriento, en una cocina donde hace dos días no entro por no enfrentarme a la vajilla sucia.

Lo único que he hecho hoy por la casa es cambiar sábanas y tender la cama y lo único que he hecho por mí, escribir una carta y leer Diálogo de exiliados de Brecha. Luego nada, aparte de mis siete horas en la AFP. Me gustaría estar con Alida y con mi gordo, ambos en Lima, haber comido con ellos, conversado, reído, peleado incluso. Fea soledad, cuando la imaginación se mella y uno no puede ya ni conversar siquiera consigo mismo.

París, 1973

31 de agosto

Cumplo hoy 44 años. Creí que no llegaría a esta edad, luego de mis dos operaciones. Ahora de lo que se trata es de llegar a los 45. Pero ese es otro cantar. No quiero que estas páginas se conviertan en un parte médico ¡Pero de qué otra cosa puede hablar un enfermo si no de su propia salud? Alida y Julito en Italia, solo en casa con mamá. Como en un día cualquiera, nada de celebraciones.

París, 1975

31 de agosto

Mi mejor regalo en este aniversario ha sido la buena noche que pasé, habiéndome despertado solo dos veces, sin náuseas ni ardor. Mañana dominical dedicada al trabajo, pues al fin logré pasar en limpio mi cuento “Tierra incógnita” que terminé hace diez días. Probablemente necesite una tercera copia pero recibí carta de mi editor que me urge para que le envíe el tercer volumen de La palabra del mudo, lo que me obligará a concluir rápidamente otros relatos comenzados y dejar sin pulimento los ya listos. Escuchando a Sydney Bechet, espero a Leopoldo que viene a almorzar.

París, 1976

30 de agosto (11 de la noche)

Vísperas de mi cumpleaños, esperando a Alida que llega de Italia, feliz por haber concluido mi cuento “Silvio en el rosedal”. Este último hecho justifica mi mes de soledad y recluimiento, que hasta hace poco me parecía condenado a la esterilidad y el fracaso. Pero en los últimos días hice un esfuerzo y terminé este relato empezado tantas veces hace dos o tres meses. Y en las condiciones más horribles: rodeado de caca de gato, que se ensució en todos los maceteros que me rodean, la alfombra inmunda pues la aspiradora se malogró, el dedo índice derecho tronchado por un absurdo corte con una lata de conserva, mal de salud y atormentado por la falta de sueño. Lo que me obliga a revisar mi teoría sobre la necesidad de una atmósfera y un decorado apropiados. Pero quizá la confirme, pues el relato es de una tristeza sin par. Tendré que dárselo a un lector de plena confianza para que me diga si al fin he logrado expresar, sin recurrir a la confidencia, lo que guardo en mí.


Escrito por

Esteban M. Marchand

Licenciado en Procrastinación, pero termino haciéndolo todo.


Publicado en

Redacción mulera

Aquí se publican las noticias del equipo de redacción de @lamula, que también se encarga de difundir las mejores notas de la comunidad.